Pedro Paricio Aucejo
El siglo XVI basculó entre el rechazo y la exaltación de las imágenes religiosas: mientras que los luteranos propugnaron su supresión como solución al error de anteponerlas a aquello que representan, el Concilio de Trento potenció su uso, siendo uno de los medios utilizados en la España de la época para conocer y penetrar el misterio de Cristo. Santa Teresa de Jesús no ignoró esta polémica, si bien, mucho antes de tener noticia de ella, mostró siempre una predilección singular por el valor de dichas imágenes¹.
De niña acostumbró a ver en su casa familiar representaciones artísticas de temas religiosos, como el tríptico flamenco de la Virgen con el Niño o la pintura de Cristo y la mujer samaritana (‘suplicaba muchas veces al Señor me diese aquel agua, y la tenía dibujada adonde estaba, con este letrero, cuando el Señor llegó al pozo: Domine, da mihi aquam’). Más aún, la relevancia del sentido que la futura doctora de la Iglesia otorgaría a las imágenes se muestra ya en su evocación infantil de la muerte de su madre: ‘Como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida fuime a una imagen de nuestra Señora y supliquéla fuese mi madre con muchas lágrimas. Paréceme que aunque se hizo con simpleza, que me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he acercado a ella, y en fin me ha tornado a si’.
Siendo monja siguió mostrando interés por estas representaciones religiosas, incluso hasta el punto de ser decisivo para su conversión el encuentro en el oratorio conventual con una imagen de la pasión de Jesús, el Eccehomo: ´Era de Cristo muy llagado, y tan devota, que en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle´.
Más tarde, como maestra de oración, la descalza universal aconsejó continuamente el uso de las mismas para tratar con Dios y las recomendó por la piedad y devoción que despiertan, pues a ella le hicieron mucho bien y, especialmente las relativas a la Humanidad de Cristo, le permitieron avanzar en su camino de perfección.
Asimismo su afición por las imágenes aparece constatada también en los testimonios que aportaron los diferentes testigos de los procesos de beatificación (era ‘amiga de hacer pintar su imagen [de Cristo] en muchas partes y de tener oratorio y procurar en él cosas que hiciesen devoción’).
Queda claro, pues, que santa Teresa era amiga de las imágenes físicas, que le movían a devoción y le ayudaban a elevarse espiritualmente. Pero, teniendo en cuenta toda la riqueza conceptual del vocablo ‘imagen’, conviene precisar que no son estas –las relativas a los objetos figurados– las únicas que pueblan el universo teresiano. Para la profesora Lucía Lahoz², junto a las imágenes físicas, en la obra de la religiosa española hacen igualmente acto de presencia las imágenes lingüísticas (metáforas, alegorías, símiles…), las imágenes mentales de la meditación y la memoria y las referidas a sueños y visiones espirituales.
Será precisamente en los textos teresianos donde imagen, experiencia y palabra quedarán unidas en íntima relación plástica. Según los momentos, la patrona de los escritores españoles mostrará en ellos una predilección singular por el valor de unas u otras imágenes. Así, sus descripciones literarias sumergen de tal modo al lector en la escena que le hacen percibir lo narrado como si de una obra de arte se tratara, haciendo tangible lo espiritual –especialmente en el caso de sus fenómenos místicos (visión intelectual de la Trinidad, representación de la Humanidad Sacratísima del Señor, éxtasis…)– a pesar de la fragilidad de la palabra. Pero, sobre todo, revelan el rico mundo interior de un alma enamorada de la hermosura del Creador y sabedora de que Este ‘tiene en sí todas las hermosuras’.
¹Cf. DOBADO FERNÁNDEZ, Juan, “La belleza de Teresa es la hermosura de Cristo. El arte al servicio de la mística”, en CASAS HERNÁNDEZ, Mariano (Coordinador), Vítor Teresa. Teresa de Jesús, doctora honoris causa de la Universidad de Salamanca [Catálogo de exposición], Salamanca, Ediciones de la Diputación de Salamanca (serie Catálogos, nº 213), 2018, pp. 159-164.
²Cf. LAHOZ, Lucía, “Santa Teresa: el imaginario, la imagen y la imaginería”, en CASAS HERNÁNDEZ, Mariano (Coordinador), Vítor Teresa. Teresa de Jesús, doctora honoris causa de la Universidad de Salamanca [Catálogo de exposición], Salamanca, Ediciones de la Diputación de Salamanca (serie Catálogos, nº 213), 2018, pp. 170-193.
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