Revista Cultura y Ocio

Plata, plomo y portales

Publicado el 11 diciembre 2014 por Icastico

El Gobierno ha estrenado un portal de la trasparencia. Con ese nombre lo imagino un portal muy bien acristalado. De hecho es tan trasparente que, a simple vista, se perciben ya una docena de casos, tan solo en 2014, de usuarios de puertas giratorias, esos mágicos artilugios que en un periquete transportan, a los elegidos, de la actividad pública a la privada y al contrario. Es de agradecer tanta coherencia. Estas puertas están “bien engrasadas”, tan estupendamente mantenidas que jamás darán lugar a un error administrativo ni a otro tipo de infracción, no habrá ITV que se le resista. Todo niquelao, autorizaciones, licencias y expedientes, aunque no figuren en la traslúcida web.

En paralelo el Gobierno escribe firme, con ese pulso que ante cualquier verdad le tiembla, el epitafio de un nuevo juez cuya labor empezaba a dar fruta madura, tirando a manzanas podridas. El que parecía un amigo simplemente resultó ser lo que era, un juez. Coño, ¡demasiao!, con el tiempo que lleva invertido la justicia en un par de macro causas que suman 200.000 folios podría haber enchironado a casi medio millón de roba gallinas, que con una cuartilla basta para enviar al trullo a cada uno; y un cuarto de hora. A dos euros la gallina (las aves de pico no hacen al amo rico) sale un millón. No es atenuante el que hayan podido alimentar 4 millones de bocas o calentar sus estómagos con el caldito. Al mismo tiempo, por eso de llevar dos causas (la Gürtel y los papeles de Bárcenas), podía haber acabado con los advenedizos salva patrias de la escoba, ese equipo de limpieza que pretende barrer lo mejor de nuestra tradición, una pandilla de becarios peligrosos armados de errores hasta los dientes cuya patria no es esta sino la de cualquier país del eje del mal. En Gurtelandia no hay lugar para principiantes que ni puta idea tienen de hacer bien las cosas, unos chapuceros, un desprestigio, dita sea, el de la nueva castita. No al intrusismo. Así, sin complicarse la vida, mostrando a los españoles que la justicia va como un cañón, cuando hay que matar moscas a cañonazos.

El nuevo titular de la plaza se podría jubilar antes de acabar de leer el sumario cuya instrucción estaba a punto de concluir. No estaba siendo sencillo, a pesar de las “facilidades” dadas por el gobierno, que en aras de la trasparencia ha hecho desfilar hasta seis jueces para una instrucción, o a pesar de que una cualquiera de las varias comisiones rogatorias remitidas a paraísos fiscales, como Suiza, por ejemplo, tarde seis meses en obtener respuesta. Los que también podrán jubilarse, en sus paraísos fiscales, o en el suyo propio, que es lo mismo, son los imputados en las tramas. Cuando las causas se archiven, los miembros del cártel, con un empacho de cinismo, dirán que estaban hartos de esperar, que deseaban con toda su alma haber tenido un juicio (justo, de ajustado) para demostrar su honorabilidad. Cargarán contra la prensa y contra todos los que hemos pensado mal, pedirán resarcirse por los daños a su honor, por el tiempo pasado en la cárcel y por lo que han tenido que sufrir sus familias. Se confirmará esa fea frase pronunciada en su día por el presidente “no se podrá demostrar…” Lo que si queda demostrado para el resto de los jueces es que registrar la sede de Génova no sale gratis, el mismo precio que dictar un auto que obligue a dimitir a una ministra. Para los buenos entendedores, más trasparente no se puede ser.

Los conservadores podrán seguir presumiendo, como ya lo han hecho en otras ocasiones, de su pureza, de que es el PSOE el partido condenado por financiación ilegal en el asunto Filesa. A pesar de su complicidad en los “asuntos de estado”, está claro que hay sutiles diferencias entre ambos partidos. Los socialistas han pecado de ingenuos en su día. Un asunto de estado es defender el clan en el poder contra lo que sea, aplicando, si es necesario, la filosofía de otra conocida y macabra frase: Plata o plomo. El plomo, para los jueces molestos. Una condena inversa.


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