Revista En Femenino

Platos rotos

Por Familia De 3 Hijos @familiade3hijos
"¡Eso no se hace!"..."¡Eso no se dice!"...."¡Castigado al rincón!"....Los que somos padres, quizás con demasiada frecuencia, nos identificamos tanto con nuestro papel de progenitores, que nos acabamos obsesionando con lo de "enseñarles a vivir". Y sin duda, nos perdemos con ello el gozo de ser compañeros de viaje de nuestros hijos.Platos rotosHace unos días andábamos recogiendo la cocina después de almorzar. Cada uno tiene su pequeña tarea, y a mi Pablo le tocaba organizar el lavavajillas. Con sus 13 años en pleno apogeo de hormonas, suele estar a mil cosas a la vez, y esa falta de concentración le juega malas pasadas. Ese día, en plena recogida de la mesa, de repente atronó la cocina. Fuimos toda la familia corriendo temiéndonos lo peor, y nos encontramos toda la vajilla desparramada por el suelo y un buen número de platos rotos. No había heridos, pero sí un pequeño desastre casero. Logré dominar mi enfado inicial. Pero cuando él se enfrascó en todo tipo de explicaciones surrealistas sobre la bandeja del lavavajillas andando sola a sus espaldas, no pude evitarlo e impuse mi papel de padre. ¡Debía ser responsable y centrarse en hacer bien sus tareas, en lugar de buscar excusas absurdas para justificarse! Me indigné mucho con él, no lo pude evitar.Hace unos días mi mujer y yo recogíamos la cocina. Hablábamos tranquilamente y en un momento de la conversación me día la vuelta para dirigirme a ella. De nuevo la cocina atronó. No hubo platos damnificados, pero sí un nuevo desparrame de vajilla por el suelo. Lo que mi hijo me había dicho no había sido un argumento surrealista: ¡aquella dichosa bandeja se deslizaba sola, y estaba dispuesta a darme una buena lección!Me sentí fatal. Él no estaba y ni se enteró del incidente, pero claramente no podía quedar ahí. Cuando volvió a casa después de hacer deporte, le pedí perdón por la injusticia que había cometido con él. Pedir perdón entre adultos es como desnudarse, y pareces quedarte a merced del ofendido. Sin embargo mi hijo es el ser más noble que conozco y con su corazón de oro ni titubeó. Entendió mi "metedura de pata" y me abrió su corazón sin reproches, aclaraciones, o frases del tipo "ya te lo dije". Un fuerte abrazo y un beso enorme arreglaron los platos rotos.La vida, ¡qué sabia!, volvía a recordarnos nuestro papel de compañeros de viaje.¡Qué curativo resulta un perdón sincero entre dos seres que se quieren!

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