Madrileña de pro, en cuanto la temperatura ha subido de 20º no he dejado de dar la plasta a mi francesito para ir a la playa, que para eso estamos al lado y una no está acostumbrada aún a estos lujos. Al poco, y supongo que para evitar asesinarme por pesada (eso es amor), tuve mi primer día de playa de este año.
Las playas del Meditterráneo se parecen mucho unas a otras, estén en Francia o en España. Uno llega, busca un sitio sin demasiado personal alrededor y clava el palo de su sombrilla a modo de bandera de conquistador. Una vez las toallas extendidas en la arena alrededor de la sombrilla y los cuerpos embadurnados de crema protección 50 (que, pese a ser española, una es más blanca que una camisa lavada con Ariel), llega el momento parrilla: 20 minutos de un lado, 20 del otro.
Pero no todo es igual. No ves al vendedor de aguacervezacocacola típico de las playas españolas, como tampoco encuentras los míticos quioscos de helados Mika. Lo que sí ves pasar son los carritos de helados, anunciados siempre con la misma tonadilla: "Beignets, chouchous!". Para los que no hablen francés, se lo traduzco: beignets, son buñuelos, y chouchous son almendras garrapiñadas.
Sí, en un dia de playa con 35º a la sombra, a los francesitos lo que se les antoja son buñuelos, habitualmente rellenos de chocolate. Algo así, ligerito y fresco.
Hay días en los que sospecho seriamente que los franceses son una raza diferente.