Revista Cultura y Ocio
En agosto de 1906 se produjo en las inmediaciones del Cabo de Palos uno de los desastres náuticos más llamativos de su época: el transatlántico italiano Sirio impactó contra unas rocas inesperadas y se produjo un aparatoso naufragio que provocó más de doscientas víctimas mortales (la cifra es aproximada, porque jamás se pudo llevar a cabo un recuento exacto de su pasaje ni del número de supervivientes). El suceso, que aparece en algunas páginas de María Cegarra o Santiago Delgado, sirve de columna vertebral para la novela Playa de Poniente, que Lola Gutiérrez publicó en 2014 con el sello Murcia Libro.El volumen se va desarrollando, en principio, en dos planos temporales. En el primero nos encontramos en agosto de 1906, y recibimos por vía narrativa todos los ingredientes de tragedia, dolor, infamias y heroísmo que rodearon este percance (la actitud bochornosa del capitán del barco, que no se preocupó más que de su propio salvamento; la nobleza de docenas de lugareños, que se lanzaron a las aguas para ayudar a las personas que estaban a punto de ahogarse; los pillajes que se produjeron en los días posteriores al naufragio); en el segundo, nos situamos en 2013, momento en que una mujer llamada Vega Fuentes está componiendo una novela sobre el Sirio, para que la que está acumulando una enorme cantidad de documentación. Hasta aquí, todo circula por cauces habituales, desde el punto de vista novelesco.Pero la maravilla del volumen estriba en que Lola Gutiérrez afila en ese momento sus armas narrativas y establece dos direcciones para sus personajes: a los personajes que pueblan la acción de 1906 los va llenando de matices hacia el futuro, extendiendo sus historias por vía cronológica, mientras que a los protagonistas principales de la franja novelesca de 2013 los va perfilando hacia el pasado, explicándonos sus trayectorias, sus traumas y sus ayeres. De tal modo que los dos núcleos se van aproximando, como las dendritas.La novela se va enriqueciendo de manera brillante con este esquema de desarrollo, y también con la doble estructura secuencial del relato (centrado en los relatos breves durante la época de 1906 y más homogéneo en la época de 2013). Así, iremos aproximándonos a una docena de vidas que, en el pasado o el presente, nos van ofreciendo instantes de ternura, de crudeza, de solidaridad, de venganza, de abnegación o de rencor, en dosis sabiamente calculadas por la autora cartagenera: el triste pasado de Nati, los bochornosos maltratos que Ernesto prodiga a su esposa, el heroísmo de Nicolás, la dulzura de Juan Antonio, la rectificación a tiempo de Higinio, los doce mil euros mejor empleados del mundo... Y, por si el balance general no fuera ya, que lo es, lo suficientemente atractivo, la obra contiene perlas tan incuestionables como la que fulgura en la página 187: una de las dos declaraciones de amor más hermosas que he leído en años (la otra aparece en El vuelo de las termitas, de Luis Leante), y que parte de los labios de Alfonso para llegar a los oídos de Tiany.
Lola Gutiérrez ha demostrado en esta novela (la tercera de las suyas) que dispone de unas habilidades literarias de primera magnitud y que podemos esperar de ella libros valiosos e historias impactantes. No la pierdan de vista en los próximos años.