Definitivamente, se ha cerrado el ciclo estival.La ciudad vuelve –por llamarlo de alguna manera- a la normalidad. Siempre me ha parecido que tras el verano, Córdoba vuelve a reinventarse, es y no es la misma. El concepto, el sentimiento… el dialogo sin palabras mantenido en el recorrido por el alma de la ciudad, tras el estío, siempre es distinto.Huyendo de esa “normalidad” me refugio en la Plaza de las Capuchinas. Bonita plaza, pequeña, acogedora y un tanto coqueta.
Está presidida por el gran Osio de Córdoba: Padre de la Iglesia, consejero de Constantino, azote del Arrianismo, redactor del Credo Niceno… resumiendo, todo un personaje
Tras nuestro paisano Osio, se levanta la fachada de la iglesia conventual de San Rafael
Apenas son una docena de monjas las que componen la clausura de este convento. Da igual si eres o no creyente, asistir a ese momento en el que las monjas tras la reja entonan sus cantos, es un momento mágico.Delicioso resulta adentrarse en el claustro. Todo es armónico, sencillo en justa proporción. En él podemos contemplar capiteles romanos, visigodos y califales
Merece la pena hacer el paréntesis y dejarse invadir por el silencio y la tranquilidad. Reparar en los pequeños detalles que nos ofrece el lugar
… y nadie sabe, flor, el encanto bendito
de tu soledad única, extasiada y divina,
cuando, a una brisa de oro, teñida de infinito,
el sol se va ocultando tras tu verde colina.Juan Ramón Jiménez