Al alcalde por turno de Almansa, al Sr. López, le han dado un juguete nuevo. El envoltorio del regalo venía con una etiqueta: "Decálogo de normas de obligado cumplimiento para los plenos de la ciudad de Almansa". Un juguete que, como un niño, utilizó profusamente en cuanto lo tuvo en sus manos. Un juguete con el que convirtió el Salón de Plenos en un parvulario. Cosas de la novedad, supongo.
Estos diez mandamientos, aprobados por todos los portavoces (que no consensuados, puesto que fueron sorpresivamente presentados sin ninguna discusión previa) no aportan nada nuevo a la vida política municipal. Por un lado, porque lo reflejado en este decálogo ya forma parte, desde hace muchos años, del ROM almanseño y del ROF estatal. Y por otro, porque al ser cuestiones que tienen que ver, básicamente, con la buena educación, he de suponer que todos los concejales las conocían y asumían. ¿O no? Porque, comenzando por el alcalde por turno, Sr. López, continuando por el ex-alcalde por reparto, Sr. Cerdán, y terminando por algunos concejales de la coalición PP-Independientes de verbo permanentemente exaltado, la forma en cómo se expresan unos y otros poco tiene que ver con la buena educación. Los almanseños saben que el insulto enquistado, el desprecio gratuito y la soberbia como actitud vital son la norma de la casa. De su casa.
En cualquier caso, el Sr. López disfruta con su nuevo juguete. Recrimina a los periodistas porque cuchichean, llama la atención a los concejales si hablan entre ellos, pone en marcha el cronómetro y recorta las intervenciones, se hace dueño de la palabra cuando lo estima oportuno, violenta las intervenciones ciudadanas... Guardo un vago recuerdo de mis primeros días de escuela, pero el pasado jueves tuve la sensación de que regresaba a aquellos tiempos de la represión y de la imposición, de cuando el respeto se confundía con el orden orgánico. Tras la celebración del pleno, tras conversar con los ciudadanos asistentes, tras comentar con los vecinos que vieron las imágenes en la televisión, la conclusión final es que el actual alcalde por turno de Almansa ha perdido definitivamente los papeles y cree vivir en una especie de santidad que le hace inmune a la crítica. Pero la realidad, a la que él no parece tener acceso, es que su forma de hacer las cosas avergüenza a la mayoría de los ciudadanos.
Sobre el contenido del pleno, denso por otra parte, escribiré en breve. Porque esto es lo realmente importante, aquello que afecta a la ciudadanía. A la legalidad de las actuaciones de su Ayuntamiento. Al diseño de su futuro más próximo. Y hay cuestiones de verdadera relevancia, pero que parecen quedar escondidas entre el calor estival y lo que, en el fondo, sólo es una anécdota sobre las "extrañas" formas de entender el gobierno municipal de un alcalde por turno al que le viene grande el papel.