Revista Opinión

Plutocracia y socialismo

Publicado el 15 octubre 2011 por Crítica
Plutocracia y socialismoCuando decimos que la Revolución francesa fue una revolución burguesa lo que estamos haciendo es regurgitar lemas marxistas. En parte no es culpa nuestra: a la mayoría, por desgracia, nos han educado así. Invito a cualquiera que esté interesado en saber cuán deformada está su visión del mundo, a que investigue dónde se habla de "los burgueses" o de "la burguesía" en los textos originales de la Revolución Francesa, ya sea de los revolucionarios; Robespierre, Dantón, Marat... ya sea en los textos fundamentales como por ejemplo: en la Declaración de los Derechos del hombre y del Ciudadano, en los Cuadernos de Quejas, en el texto de Sieyes: ¿Qué es el Tercer Estado?, en la Constitución de 1791, en la Ley de Chapelier, etc. En ningún lugar se menciona a esa evidente 'clase social', que según nos han enseñado, instigó, dirigió y se benefició personalmente de la Revolución. Es más: cualquiera que lea desapasionadamente esos textos notará, que si acaso pudiera llegar a interpretarse bajo ese prisma de 'clases', lo que dicen es precisamente todo lo contrario. Nada que ver con lo que debería haber sido una "Revolución burguesa" entendida como tal.
Se necesitaron más de 80 años para que Marx impusiera al mundo su particular versión de la Revolución Francesa; así como de la Revolución americana de 1789, la Revolución Inglesa (de Cromwell), de la Revolución Industrial de la Revolución Holandesa... ¿No es curioso que todo sobre lo que divagó y especuló Marx acabara considerándose una "revolución"? No tanto, si consideramos que Marx enteró bajo prejuicios cualquier visión analitica, desapasionada y científica de la Historia. Es muy triste que un intelectual de segunda fila como Marx haya impuesto sus prejuicios a verdaderos gigantes del pensamiento Universal que ademas por las circunstancias del momento en algunos casos se hallaban en pleno estado de gracia.
Lo mismo pasa con la idea que hoy manejamos del Capitalismo y prácticamente con todo aquellos temas históricos, sociales y económicos que llenan la obra de Marx y que únicamente la violencia y la ignorancia han conseguido conseguido hacer pasar por Pensamiento legítimo.
Como ya expuse en otras entradas y comentarios, los términos 'Capitalismo' y 'liberalismo' están cargados de ideología igual que el de "Revolución buerguesa"; ideología marxista, por supuesto. No es que todo el que los use quede infectado de marxismo, o comulgue de alguna forma con él; pero sí es cierto que entra, aún sin pretenderlo, en la dinámica de la confrontación marxista (tesis-antitesis-sintesis) que no son más que reduccionismos que permite a mequetrefes de segunda fila tratar los hechos históricos, económicos o políticos como fueran unos monigotes de su taller particular de marionetas que necesariamente tienen que acabar a tortas. En estos violentos teatrillos cabe cualquier hipótesis histórica, económica, política por insensata que sea simplemente eligiendo bandos por los demás, aunque se den paradojas como que en el caso de los revolucionarios franceses ni ellos mismos supieran en que bando luchaban. Por eso recomiendo no caer en esas simplezas.
150 años de desinformación necesariamente han tenido que dejar huella en el pensamiento occidental. Una huella deplorable. Una huella que nos impide tomar plena conciencia de hechos que nos afectan hoy en día y de que  parecen dirigir nuestras vidas en un sentido determinado. Ya han pasado 20 años de la caída de los regímenes socialistas y los fundamentos políticos que llevaron a crear ese mundo polarizado y a hacer inviable a uno de ellos, lejos de haberse perdido en la ignominia, resuenan con fuerza creciente en nuestros medios, en nuestros parlamentos, en nuestras casas y a veces hasta en nuestras propias bocas, aunque en el conciencia nos repugnen.
Como dice el Derecho romano: ¿Qui prodets? ¿A quien puede beneficiar que un sistema se valores fallidos, de presupuestos erróneos, prevalezcan sobre algo que funciona? ¿Por qué veinte años después nadie se atreve a decir en Europa que la Revolución francesa no fue una revolución burguesa, que la solidaridad no mueve ningún resorte del espíritu Humano, o que el Capitalismo no es la antítesis de nada porque es algo que sencillamente no existe?
La caída del muro de Berlín abrió algo más que las conciencias políticas de los europeos orientales, abrió un enorme mercado de cientos de millones de personas que hasta entonces estaban sometidas a la brutalidad del socialismo real; la del socialismo que como cualquier otra idea funciona si la coacción con la que se impone es superior a la voluntad del coaccionado. Sin embargo, la idea de la Libertad que podía inspirar ese anhelo de acabar con el totalitarismo socialista se ha ido diluyendo a ambos lados de lo que ayer era el muro.
El problema es que si ambos mundos, hace veinte años, veían comprometido su modo de vida por la amenaza del otro, al acabar este antagonismo los nuevos ideólogos políticos se han dado cuenta de que ambos comparten muchos fundamentos: el principal, sin duda, es el materialismo o la negación de la espiritualidad. Si unos la prohibían legalmente, los otros la pervertían mediante el consumismo. Pregúntese por ejemplo, qué hay de navideño hoy en día en la Navidad.
La economía socialista mediante su interpretación del materialismo no podía dar la abundancia material que si conseguían las economías del occidente liberal, mientras que el liberalismo no puede dar la sensación de seguridad al ciudadano que sí consigue la propaganda socialista y que antes de un totalitarismo materialista estaba en manos de la religión. Al final, el ciudadano a ambos lados del muro es un Ser humano cínico que del liberalismo espera más y del socialismo espera menos, en general sin conseguir nada de ninguno. Mas abundancia con menos esfuerzo. Más por menos y una bula gubernamental que le asegura la salvación de lo que sea que haya sustituido a su alma.
¿Es esto una novedad? No, ya a principios del siglo pasado en 1906 Frederick C. Howe en sus 'Confesiones  de un Monopolista' ya dejó claro cual era el camino obvio a seguir por la plutocracia si quería perpetuar su riqueza y sus privilegios: “Estas son las reglas de los grandes negocios. [...] Hazte de un monopolio, deja que la sociedad trabaje para ti: y recuerda que el mejor negocio de todos es la política porque una concesión legislativa, una franquicia, un subsidio o una exención impositiva valen más que una inversión [...] desde el momento en que no requieren de trabajo alguno, sea mental o físico, para aprovechar su explotación.". Más de cien años después estas palabras parecen proféticas ya que la economía intervencionista de los gobiernos actuales, especialmente en la Unión Europea y más aún en España, no es más que un destilado de ese elixir de la juventud que para el monopolista son las subvenciones, las ayudas, créditos públicos y en general cualquier tipo de recompensa dineraria que no reciba su competencia, por otro lado, la asunción de sus propias obligaciones por parte del Estado como las prejubilaciones o los actuales créditos a la banca.
El apoyo empresarial y financiero de grandes magnates como Ford, Rostchild, Rockefeller, Morgan a los bolcheviques y comunistas soviéticos está demostrado documentalmente (1). La casi totalidad de los tractores, coches y camiones (y tanques) que viajaban por las carreteras soviéticas en los años 30 eran de la fábrica Ford de Nizhni Nóvgorod (Gorki). Sin duda un buen negocio tanto para Henry Ford como para Stalin, aunque si nos ponemos a especular, seguro que si Ford hubiera podido vender coches a los en Rusia de los años 40 a los 90 el negocio hubiera sido mucho más lucrativo y más beneficioso para el mundo en general y los rusos en particular. 
Desde la perspectiva del empresario está claro que el monopolismo (la asuencia de competencia) es una gran ventaja 'competitiva'. Como mínimo una gran tentación. Y aún suponiendo que el empresario que ha creado su propio emporio respete las normas del libre mercado en las que ha basado su riqueza, nada impediría que tras su muerte sus herederos no prefirieran otras formas más cómodas de perpetuar la riqueza heredada. 
Naturalmente, los plutócratas son solo una de las patas de la ecuación, la otra son los gestores del dinero público: los políticos. En este ten con ten, el plutócrata debe ayudar a convencer a la población de que son los políticos del momento respaldados por ellos mismos (2), los que le van a asegurar la vida, la salud, la educación y el bienestar futuro. Se necesitan grandes aduladores de la opinión pública, que es precisamente lo que significa la palabra griega demagogo, así como buenos ganchos propagandísticos. Es ahí donde los políticos de todos las tendencias encuentran en la farfolla del socialsimo una herramienta impagable. Es por esto que 20 años años después de caído el muro no hayamos podido enterrar al occiso.
¿Es el ciudadano nacido de esta resuelta dicotomía entre capitalista y marxista un Hombre nuevo? ¿Ha cambiado el paradigma ideológico? ¿Hay ideado un nuevo modelo de sociedad? En absoluto. Es pura corrupción de lo más grosera. Existen sistemas políticos cortados por este patrón, por ejemplo: los regímenes socialistas norteafricanos Tunez, Argelia y Egipto desde la época post-colonial hasta casi hoy mismo. Las élites económicas perpetuaban su riqueza y sus privilegios comprando influencia política con el único requisito de vivir al margen de una sociedad empobrecida a la que esos políticos saturaban de propaganda socialista. El problema para ellos fue que por muchos muros y setos con los que se pretenda esconder la riqueza o con mucha propaganda que se pretende disimular la pobreza, el pueblo se acaba dando cuenta de que está siendo estafado y la reacción al materialismo plutócrata-socialista en ese caso fue la espiritualidad más desquiciada y brutal: el islamismo.
Occidente y ahora Oriente se deslizan por la senda del materialismo más grosero y deshumanizaste. Bajo este  modelo la corrupción pasaría a una forma de legalidad promocionada como un nuevo paradigma de hacer política para el pueblo. La nación valdrá mucho menos que la nacionalidad del plutócrata que quiera hacer valer su influencia sobre ella. Pocos son los que se avienen a denunciarlo o a proponer alternativas razonables u originales. Por supuesto, nada de lo que salga de las cloacas del socialismo puede valer ya que estará viciado desde la primera premisa. No hay nada, absolutamente nada, en la izquierda política que no sea ahondar en la sumisión al Estado del más por menos. Lamentablemente, no parece que hoy pueda ser España ese país original en el que Solzhenitsyn ponía parte de sus esperanzas para la Humanidad. 
_______________________(1) Wall Street y los Bolcheviques Antony C. Sutton(2) Botín pide a Zapatero que aplace el debate sucesorio y no adelante elecciones (contexto)(3) Alexander Solzhenitsyn. Entrevista en el programa 'Directisimo': "Este espíritu se ha ido desarrollando paulatinamente y ha desembocado en una crisis que, insisto, no es política, sino moral. Se manifiesta no en la oposición entre comunismo y capitalismo, sino en algo mucho más profundo: es precisamente esta crisis la que ha traído el comunismo, y en Occidente, la sociedad consumista y pragmática. Es la crisis del materialismo, que ha desechado el concepto de algo superior a nosotros. Pero está claro que cada país ha de aportar algo de su parte para superar esta crisis. Y tal. vez España, con su gran originalidad nacional que ha marcado toda su historia, pueda aportar algo peculiar que permita vencer esta espantosa crisis de la humanidad, que abarca a todos los países de un modo u otro, y a todos nos amenaza con el aniquilamiento."

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