Revista Sociedad

Pobre de mí

Por Lor Martín

Los que me conocen saben que no soy alguien de grandes fiestas y grandes borracheras. Sin embargo, hay veces que el cuerpo, y sobre todo la mente, te piden una desconexión total de lo que te rodea. Un reset inmediato que te haga darte cuenta de que no todo son malas noticias. Un paréntesis que ponga orden a tu pequeño desorden. Y eso ha sido para mí San Fermín.

Acoplada en un coche y en una casa a ultimísima hora, apenas con tiempo para coger ropa blanca o lavar sudaderas y no morir en el intento alérgico de ponérmelas, Pamplona y su pequeño gran santo me acogían con los brazos más que abiertos.

Al llegar, visita obligada al casco antiguo y ruta sanferminera de la mano de mi amada classmate, pero también de mi amado-no-marido, que el tío da igual dónde lo pongas, que allí se orienta, se informa y te explica todo con pelos y señales. El recorrido del encierro ya me dio miedo sin toros y sin gente; la Plaza del Ayuntamiento realmente más pequeña de lo que parece en televisión (íncreíble la cantidad de gente que cabe ahí pese a lo enana que es); la Plaza del Castillo sin castillo (a lo Bastilla de París); el huequito chiquitín de San Fermín en la Cuesta de Santo Domingo… Y por supuesto, parada en la puerta de la tienda de Kukuxumuxu para una foto obligada con la ya famosa cuenta atrás.

Pobre de mí

Y todo el paseo con una chaqueta puesta del revés para no coger frío en el cuello. En julio. Con frío. Bendito norte…

El viernes desperté con mi usual falta de hambre matutina. Un café, poco más. Pero no… Aquí nuestros amigos navarros tienen el truco para aguantar todo el día a base de katxis y cubatas… Un desayuno a lo grande de txistorra, huevos, lomo y patatas, que por supuesto no bajan por la garganta si no es con alcohol. Así que cuando quisimos salir de casa a las 11 de la mañana llevábamos 3 kilos más de grasa y 4 cervezas más que de costumbre.

Pobre de mí

El resto del día no tiene palabras. Increíble la cantidad de gente, de fiesta, de música, de buen rollo. Esperamos apenas 3 minutos en la Plaza del Castillo para oír el chupinazo (no llegamos a la Plaza del Ayuntamiento ni por equivocación) y ahí se desató la locura. Para variar, no tardamos ni 5 minutos en ir perdiendo parte del grupo. Pero todo controlado. Entre ketchup, mostaza y harina logramos encontrarnos.

La Dolce Vita, en la Plaza del Castillo, se convirtió en nuestro pequeño cuartel general. Estos de Monreal saben montárselo…

Un día increíble… una fiesta alucinante… Te das cuenta de que no has comido nada en todo el día y de que la txistorra y los huevos de por la mañana han pasado a la historia ya en la vuelta a casa. Y ahí es cuando vuelves a reponer fuerzas. En un chino. Con arroz. Estos navarros no tienen ni idea… Todo el mundo sabe que el arroz no se cena. Qué desfachatez. En fin.

Por supuesto, el transcurso de la noche fue proporcionalmente inverso al del día. Y no diré más. El sábado creía morir. Pero luego desayunas (esta vez sí un café y un sobao de los que comía cuando tenía 12 años) y a seguir la marcha.

Visita a la plaza de toros (modo pobre on, por supuesto…) Entramos cuando los señoritos de la zona sombra salían y saltando de grada en grada, hasta la arena. Y ahí empezó el verdadero festival. Salimos por la puerta grande, con una buena xaranga acompañándonos y dándolo todo como si nos supiéramos las canciones. Brutal.

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Y luego a bailar, y a cantar, y a gritar, y a bailar y cantar a la vez, y a cantar gritando y uf. Y bueno, si en el camino te encuentras una pistola de agua con la que tocarle las narices a alguno, pues mejor que mejor, que seguro que después se acuerda de ti mientras se suena los mocos…

En fin… una fiesta increíble. Y aunque parezca una chorrada, ya os digo yo que no lo es. Lo de ir todos (y cuando digo todos es TODOS), vestidos exactamente igual, te da un sentimiento de pertenencia increíble. Visualmente es indescriptible, y aunque perderse es una putada porque ya me dirás cómo te encuentras, la fiesta mejora mucho al ver que todos, grandes y pequeños, viejos y jóvenes, chicos y chicas, navarros y demás, somos iguales. La fiesta es para todos. Solo hay que disfrutarla.

Un GRACIAS inmenso a Sandra y a Andrés, a Carmen y a Ignacio. Ha sido un fin de semana espectacular, increíble. He reseteado al 100%, he conocido gente que no olvido y he disfrutado como hacía tiempo. Ahora os toca visita a la costa… Yo me seguiré acoplando, cual niña con sus papis o sobrina con su tía…

Gora San Fermín.


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