Giovanna Tornabuoni (D. Ghirlandaio)
Para la mayoría de los universitarios españoles el paso por las aulas de su alma máter suele ser bastante anodino. Lo único que buscan es aprobar las asignaturas, completar el currículo, obtener su flamante título y engrosar las listas de parados del INEM...
Que en el transcurso de esa peripecia vital tropiecen con un profesor excepcional que les haga sentir que la universidad es "algo más" que una fábrica de expedición de títulos es algo excepcional. Y los alumnos que se encuentran con ellos no suelen olvidarlos. A mí me ha pasado, pero ya lo he contado con anterioridad en Desde el trópico de Cáncer: ese profesor se llamaba, y se llama, Emilio Lledó, y tampoco es cuestión de repetirme...Me ha emocionado el artículo que el escritor y periodista que se esconde tras el seudónimo de Incitatus escribió en El Confidencial del pasado 7 de junio sobre la lección recibida en su juventud de un excepcional profesor e historiador del Arte, Manuel Valdés Fernández, que ha recordado y recreado para sus lectores ante la visita efectuada al Museo del Prado, en Madrid, donde acaba de inaugurarse la exposición "El retrato del Renacimiento", seguramente "la más asombrosa que este caballo viejo ha visto en muchos años", dice de ella...El relato de la entrada en el aula del profesor Valdés, su llegada a la pizarra, el trazado de una simple línea horizontal en la misma, el colofón final de una frase lanzada como un reto: "Esto es la realidad", y el comienzo a renglón seguido de una lección sobre la historia de la pintura y de los pintores del Renacimiento, casi a ritmo cinematográfico, es conmovedor y emocionante. No es extraño que para los afortunados destinatarios de aquella arenga, les quedara clavada en la retina y en el corazón como una jornada por la que habían merecido la pena todos los anodinos años de estudio...
Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt