Esa mezcla de la consigna y el insulto que puebla nuestra vida pública. Ese retrato. Certero. Y demoledor. Acérquense a la columna Ideas, de Enric González, el otro día en el mundo. Hay que ser insobornablemente libre para escribir estas cosas. Para reivindicar a Raymond Aron o a Jean François Revel. Para citar a Terstch con respeto.
Un diez, maestro.