[Este texto ha sido publicado en la colección Papeles CJ de Cristianisme i Justícia. El podeu trobar també en català aquí].
Escuchamos a menudo que «la pobreza tiene rostro de mujer », pero ¿a qué se debe? ¿Cómo influye el género en el riesgo de sufrir pobreza? ¿Realmente visualizamos esa realidad? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de feminización de la pobreza? ¿Qué supone este fenómeno para las mujeres? Acerquémonos a las respuestas.
En la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer organizada por las Naciones Unidas en Beijing en 1995, se adoptó por consenso un documento que ha servido de marco para las políticas de igualdad durante dos décadas, pero que en la práctica ha sido ignorado sistemáticamente: la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing. En ella se muestra la necesidad de afrontar desde diferentes ámbitos (educación, medio ambiente, economía, comunicación, etc.) la relación entre las mujeres y la pobreza. A su vez, se exige el compromiso de los estados participantes para «superar la pobreza persistente y creciente que afecta a las mujeres », «favorecer la igualdad en el acceso a la educación en todos sus niveles », «promover el acceso al empleo digno y a los ámbitos de decisión sobre su actividad económica » o «erradicar la desigualdad de mujeres y hombres en la gestión de los recursos naturales y la protección del medio ambiente», entre otras áreas de acción críticas que tienen una relación directa con el empobrecimiento diferencial de las mujeres.
Algunos datos
A día de hoy, los derechos económicos de las mujeres siguen siendo vulnerados. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la extrema pobreza afecta a unos 1.500 millones de personas; y el 70% de ellas son mujeres. Junto a la dificultad de acceso a la educación, a la tierra y al crédito, o a la mayor precariedad y vulnerabilidad en el mercado laboral, uno de los factores que contribuyen al empobrecimiento de las mujeres es la brecha salarial. Así se refleja en el Informe de UGT La igualdad salarial, un objetivo pendiente (22 de febrero de 2016):
“Las políticas económicas centradas en los recortes de las retribuciones a la población asalariada tienen un efecto directo en la desigualdad entre mujeres y hombres, ya que acarrean como consecuencia directa un aumento de la discriminación salarial. Dichas políticas han afectado a todos los sectores de actividad, pero en los sectores más feminizados, retribuidos con bajos salarios, han empeorado las ya precarias condiciones salariales de varios millones de trabajadoras. Un total de 2.432.300 trabajadoras tuvieron unos ingresos medios brutos anuales por debajo de 16.700 euros. Pero todas las mujeres, en todos los sectores de actividad, están afectadas por discriminaciones salariales”.
Y todavía se pueden aportar muchos otros datos sobre esta dramática situación:
• El 85% del empleo destruido durante la crisis financiera estaba ocupado por mujeres (Fuente: CCOO).
• El 94% de los hogares monoparentales –con muchas más dificultades para sostener la unidad familiar está encabezado por mujeres (Fuente: Insocat, Indicadores sociales en Cataluña en relación al contexto estatal y europeo).
• El perfil medio de la persona usuaria de servicios sociales es el de una mujer de 36 a 50 años con estudios primarios, con hijos, en paro y con unos ingresos medios mensuales de entre 300 y 500€ (Fuente: Informes de los Servicios Sociales en España del Consejo General del Trabajo Social I y II ISSE 2013- 2015).
• Menos del 20% de quienes poseen tierras son mujeres (Fuente: FAO).
• El 40% de las mujeres sin hogar han sido agredidas, el 61% han sufrido robos y el 24% han sido víctimas de agresiones sexuales (Fuente: INE).
• Las mujeres suponen un 70% de los trabajadores a tiempo parcial (Fuente: EUROSTAT).
• Las mujeres cobran de media un 23,9% menos al año que los hombres por ocupar puestos de trabajo de igual valor (Fuente: EUROSTAT y UGT).
• El 95% de las personas que están fuera del mercado laboral para dedicarse a los cuidados son mujeres (Fuente: INE y UGT).
• 2/3 de los 796 millones de personas adultas analfabetas del mundo son mujeres (Fuente: UNESCO).
• En las zonas rurales, muchas mujeres obtienen su sustento de la actividad agrícola de pequeña escala, casi siempre de manera informal y a menudo sin remuneración (Fuente: ONU Mujeres).
Feminización de la pobreza: olvidadas e invisibles
Si bien tanto mujeres como hombres sufren pobreza, a la luz de estos datos no es arriesgado afirmar que la pobreza también es una cuestión de género y que la idea de que la vida de las mujeres está mejorando en todo el mundo es un espejismo. Gemma Nicolás Lazo, en su artículo «Feminismos, concepto sexo-género y derecho», confirma que «la ratio de pobreza de las mujeres es siempre superior en un contexto geográfico concreto. Aunque el volumen total de trabajo que realizan es más de la mitad del estimable para toda la humanidad, perciben tan solo un tercio de la remuneración global». La desigualdad de género, por tanto, supone un enorme impedimento para que las mujeres puedan vivir libres de pobreza y conseguir los recursos materiales e inmateriales necesarios para hacerle frente.
La feminización de la pobreza es un fenómeno que ha estado invisibilizado durante mucho tiempo, ya que cuando se estudiaban las situaciones de pobreza o exclusión social no se incluía la categoría de género entre las variables del análisis, ocultando así una parte esencial de la realidad que tiene que ver con la situación de vulnerabilidad extrema en la que el sistema socioeconómico coloca a millones de mujeres en todo el mundo.
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