Con la proximidad de la Navidad las ciudades se engalanan, no sin cierta rivalidad, de luces de cuantas formas y colores puedan imaginarse, a modo de aviso para navegantes y reclamo de la curiosidad y el poder adquisitivo de los transeúntes.
Aunque las luces navideñas no siempre han de ser motivos festivos y de algarabía, ya que a veces, tal como vino ocurriendo este año en alguna de las localidades de nuestra piel de toro, se erigieron en fuentes de divergencias y no pocas discordias.
Comenzaremos por Tordesillas, lugar en el que la desnudez de un hada, la supuesta erección de sus pezones (por otra parte justificada desde el frío de esas latitudes), causó tal división en la población vallisoletana que fue necesario sustituirlas por las tan típicas como aburridas campanas navideñas. El creador del hada no debería olvidar que, por un menor motivo, allí se acabó encerrando a Juana de Castilla, durante unos 46 años.
Otras lugares hubo (Murcia), en los que las protestas también vinieron desde el porno: viendo penes, una buena parte de sus habitantes, donde probablemente sólo debieron ver adornos luminosos.
Otras iluminaciones resultaron ser muy malas, malas de solemnidad, aunque no de vicio: como esta que lucieron en Calanda (Teruel), que bien parece venir de la pluma de un médico, felicitándonos las fiestas.
Y ¿Cómo no?, también debemos contar con los fakes, como la imagen de estas palmeras de luces, un tanto fálicas, que, al parecer, tan sólo fueron un montaje...