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Pocos son los elegidos (leyendas del mundial - ii)

Publicado el 10 junio 2010 por Alfonso

Un respiro futbolístico entre tanto ajuste y agobio:el mundial de South Africa 2010 está a vuelta de hoja en el calendario, y en unos días, las alegrías y las tristezas irán por naciones, por aficiones. En un mes, 23 hombres de 736 serán los elegidos (algunos ya saben del sabor de la victoria: Henry, Kaká, Buffon, Gatusso...). Hasta entonces aquí van cuatro historias con sabor brasilero, inglés, argentino y francés, y ecos de campeón.
POCOS SON LOS ELEGIDOS (LEYENDAS DEL MUNDIAL - II)Jairzinho (Brasil)
Jugador del Botafogo nacido el día de Navidad de 1944, Jair Ventura Filho, Jairzinho, fue un extremo veloz y con olfato que no dudaba en que los flashes cegasen a otro si con ello ganaba el fútbol. Único jugador capaz de marcar en todos y cada uno de los partidos de una fase final (7 goles en los 6 encuentros de México '70), inventor en ese mismo mundial de un gol a Viktor -no un portero menor, pues seis años después el checo pararía el penalti a Uli Hoeneß que dejó a Panenka la Eurocopa a 11 metros y una vaselina-, una jugada que arrancó desde medio campo y terminó con el balón en la red, que deja en evidencia a quien cataloga de sin igual la carrera de Maradona en el estadio Azteca 2000 frente a los ingleses, miopía de la muchedumbre.
Después de la celebracion mexicana vino el mundial de 1974, y allí estaban Brasil y Jairzinho, el pelo a lo afro no corto como cuando campeón. En el primer partido de la segunda fase se enfrentaban a la DDR, los invictos hermanos del este de los organizadores. Equipo táctico y bien plantado en el césped, los germano orientales ya sabían como se las gastaba Brasil en el tiro de falta, como amontonaban hombres junto a la barrera para salir de ella disparados cuando el balón era golpeado y con el revuelo descolocar al cancerbero y humillarlo. En el minuto 61 una falta a 20 metros de la línea de gol iba a ser tirada por el especialista, el letal Rivelino. Entre la barrera se había colocado estratégicamente Jairzinho. Cuando su compañero fue directo hacia el balón se lanzó al césped. Se manifestó la magia y el tiro pasó por el hueco abierto. Al guardameta Croy sólo le dio tiempo de mover la cabeza. Que Rivelino era un especialista en el tiro a balón parado, lo sabíamos; que Jairzinho era un tipo hábil, lo sabíamos, pero descubrimos que además sabía sacrificarse, ser uno más entre los más grandes. Brasil ganó 1 a 0; luego hizo lo propio con Argentina (2-1, goles de, sí, Rivelino y Jair), pero se las tuvo que ver en la semifinal con la naranja mecánica y sucumbió. La final de consolación también la perdió frente a los mejores polacos de todos los tiempos. Otra vez sería.
Desde aquella noche veraniega de Hannover muchas faltas se han tirado y transformado en gol, pero ninguna demuestra lo que es un equipo como la que vio Jairzinho entre las piernas de sus rivales, ninguna fue tan plástica. Ninguna se marcó tanto en el ADN de un portero.
POCOS SON LOS ELEGIDOS (LEYENDAS DEL MUNDIAL - II)Bobby Charlton (England)
Bobby era con 17 años una de las promesas del fútbol inglés y habitual en las alineaciones del primer equipo del Manchester United. De aspecto desgarbado, visión periférica y toque exquisito, de familia materna de grandes nombres en el fútbol de las islas, fue uno de los Busby Babes que sobrevivió al desastre aéreo de München de febrero de 1958, cuando el avión que traía al equipo de regreso de un partido de la Copa de Europa en Beograd, tras una parada técnica, no pudo despegar de la pista nevada y acabó estrellándose contra una casa cercana. Murieron 20 pasajeros en el acto, 7 de ellos jugadores, y 3 más tardes, entre estos el futbolista Duncan Edwards, de quien Bobby no se cansó de decir que con él la selección inglesa hubiese alzado la copa del mundo en 1958. Aquel equipo diezmado (hubo compañeros que, aunque salvaron la vida, las lesiones les impidieron volverse a calzar las botas) fue reconstruido gracias a los jugadores cedidos por otros clubes. El no se amedrentó; fue el primero en abandonar el hospital. Con el tiempo jugaría junto a algunos de los más grandes, como el escocés Denis Law o el singular George Best, el beatle díscolo que dijo que todo el dinero que no se había gastado en chicas, coches y tragos lo había malgastado.
Bobby fue al mundial sueco y al chileno, donde el equipo de la rosa no llego a los octavos de final, antes de ser convocado para el mundial, su mundial, el del león Willie. En ese campeonato, con el 9 cosido a la tela, dirigió con dos goles la victoria en semifinales contra la intratable Portugal de Eusebio -junto con Cruyff el mejor jugador que nunca alzó la copa-, después de asistir en cuartos al escándalo de la expulsión del argentino Rattin, un episodio inigualable en la historia balompédica. Ya en la final, el equipo inglés venció en una prórroga llena de dudas a la Bundesrepublik Deutschland. Su hermano mayor, la Jirafa Jack, a quien acompañó en su día al altar como padrino de boda, le cubría las espaldas desde el centro de la zaga. Un contrario nacido un mismo 11 de septiembre que él, pero más joven, le recrimino la victoria, el gol fantasma, después del pitido final. Como el fútbol es caprichoso pero justo, en México se tomó la revancha y cuatro años después capitaneo a la BDR ganadora: era Beckenbauer. Pero en Wembley era la hora de Moore, Hurst, Banks, Stiles, los Chartlon. Cuando paseó, llorando, la Victoria por Wembley, no vio en el estadio a algunos de sus amigos, pero comprendió que, por momentos como ese, valía la pena dedicar toda una vida al fútbol. Lo que todavía es su actividad.
Vistió la camiseta internacional en 106 ocasiones, siendo de los primeros en acceder al exclusivo Club de los 100, y recibió la orden de Sir de manos de la reina Elizabeth II en 1994. Sir Robert Charlton, una institución dentro y fuera del campo de juego.
POCOS SON LOS ELEGIDOS (LEYENDAS DEL MUNDIAL - II)Ardiles (Argentina)
Con el 2 en la espalda, Osvaldo Ardiles manejaba el centro del campo de la Argentina que ganó el campeonato que organizaba en 1978, el del balón Tango y la mascota Gauchito. La gloria del gol fue para su compatriota Mario Alberto Kempes, el Matador, y la de alzar la copa de la FIFA para Daniel Passarella, el único argentino que repitió en la llamada ganadora de 1986, otros captaban las miradas cuando el entrenador Menotti dejó sin argumentos a los que clamaron que el Pelusa ya estaba preparado para el fútbol del más alto nivel, a los que rechazaron su apuesta por el del Huracán, centrocampista de figura tímida y apocada que se había hecho enorme durante el torneo robando el balón al contrario, moviéndolo con criterio y precisión en el pase y dándole a los partidos un ritmo adecuado.
Tras el mundial, Ardiles recaló en el fútbol inglés, en el Tottenham Hotspur, abriendo las fronteras a muchos de sus paisanos, llegándosele a considerar un héroe, aunque en 1981 con las Malvinas -o las Falkland, según el idioma de la orilla oceánica- en disputa, se rompiese el matrimonio. Fue en el campo del Leicester City que cada vez que Osvaldo, allí Ossie, tocaba el balón, los aficionados locales gritaban England England, England. Al cuarto de hora del inicio, a punto de lanzar una falta, se produjo el milagro y sus seguidores replicaron Argentina Argentina Argentina. Algo que en 1966 parecía impensable, y que en 1986 lo seguía siendo, lo consiguió él: en las islas británicas amaban su fútbol exquisito y controlado por encima de las nacionalidades, quiza porque era el menos argentino (callejero, peleador, soberbio, despreciativo del rival...) de los argentinos. El vocerío provenía del rechazo a unas declaraciones previas al encuentro en las que había reivindicado las Malvinas como argentinas, después de que la guerra se hubiese cobrado ya su primera víctima: un teniente piloto de un caza cuyo cuerpo nunca fue encontrado. Ardiles, que había formado parte de la selección aliada, el equipo de prisioneros que dirigió John Huston en Victory (Evasión o victoria, 1981), muestra del gran aprecio que despertaba, se sintió despreciado y acabó refugiándose refugió en la liga francesa.
En 1982, con el 1 en la camiseta -manda en la selección sudamericana el riguroso orden alfabético, el que se saltan los Diego Armando y Jorge de turno-, la albiceleste no pudo dar una alegría a los soldados ateridos de frío en las trincheras que seguían sus encuentros en el Nou Camp y el Rico Pérez. Ese año no hubo lesiones que le privarán de una sospechosa victoria con tanteo de tenis (el 6-0 a Perú de 1978) o tarjetas amarillas en la final que le sentasen en el banquillo para evitar un mal mayor. Hubo una Italia rácana pero efectiva.
El hijo pródigo regreso a la Premier League y ganó títulos y copas de la UEFA, pero Ossie, o Pitón en su Córdoba natal, no pudo asistir nunca al entierro de aquel primer muerto en combate: su primo José Leónidas Ardiles.
POCOS SON LOS ELEGIDOS (LEYENDAS DEL MUNDIAL - II)Zidane (France)
Decir que él sólo, Zidane, ganó la copa de France '98 no es justo. Y no lo es porque pese a ser el mejor jugador del mundo en aquellos días, se encontró rodeado de Thuram, Petit, Karembeu, Djorkaeff, Desailly, Lizarazu, Deschamps y otros nombres, más o menos prescindibles -sin apelar a la pureza de los únicos 8 franceses de padre y madre galos-, resultaron el mejor acompañamiento. De hecho todo pudo cambiar si tras el pisotón a destiempo de Zizou al saudí Fuad Anwar Amin -¿le asaltaron recuerdos de su niñez argelina?- sus mosqueteros no hubiesen solventado en el minuto 113 a la Paraguay de Chilavert en los octavos de final para encarrilar una recta final, ahora con su presencia y dirección, que les llevo a la escalinata de Saint-Denis a recoger el trofeo. A pesar de su justa expulsión y dos partidos de sanción, Zinedine Yizad Zidane fue el mejor hombre sobre el césped del torneo, pero la FIFA, abanderada del fair play prefirió elegir al subcampeón Ronaldo. En el mundial asiático de 2002 lo ganaría otro perdedor, el portero alemán Oliver Khan goleado por la Canarinha. Los Bleus, con Zidane tocado y una plantilla casi idéntica a la campeona, no pasó entonces de la primera fase.
En 2006, la XVIII FIFA World Cup se disputaba en una Germania reunificada. France se clasificaba, y gracias, para los octavos. El cruce era con una crecida España, que pronto los calificó como un equipo de jubilados. Pero Zidane y los suyos pusieron las ganas y los goles y se abrieron paso hasta la final, donde se adelantarian a los italianos gracias, cómo no, a Zidane. De repente, en la segunda parte de la prórroga, ocurrió algo imposible olvidar: el francés pasaba junto al central Materazzi y le adelantaba en el trote cuando se giraba en redondo y le embestía en el pecho como un Mihura. Un cabezazo de 10. Si mentó puta o terrorista a su hermana, madre o a él mismo, no justifica su agresión. Era expulsado sin contemplación y dejaba a su selección sin referente. Que iban a perder la copa en los penaltis es algo que se sabía antes de tirarlos. La FIFA, olvidándose del juego limpio. eligió a Zidane mejor jugador de la competición. No lo fue. O sí lo fue... si en el fútbol no existiesen las tarjetas rojas.
Michel Platini, campeón de la Eurocopa de 1984, dijo de Zidane que era un jugador tremendo, pero que lo que él hace con la pelota, Maradona lo hacía con una naranja. Zidane que entre final de mundial ganada y final perdida, conquistó la Eurocopa del año 2000, no respondió: él lo hacía en el rectángulo de cal. Tal vez el actual presidente de la UEFA esté celoso de alguien que por tener tiene hasta un récord mundialista: 4tarjetas amarillas y 2 rojas directas en 12 encuentros. ¡Qué genio!
POCOS SON LOS ELEGIDOS (LEYENDAS DEL MUNDIAL - II)
Gol de Rivelino a Croy (Hannover, 26 de junio de 1974)

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