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—Ama, el domingo hay elecciones al parlamento europeo, ¿irás a votar?—Ya sabes que yo ya cumplí ampliamente con esas obligaciones, así que déjame en paz que hace frío y no voy a salir de casa.— ¡Pero ama! ¡Así va este país! Mira, te llevo yo en el coche y puedes votar al PP como en la época de aita.— ¡Cómo quieres que te diga que no!, los tiempos de meter el sobre que me daba tu padre ya han pasado.— ¿Y si te traigo yo el sobre? Ya sabes que aita y yo ni color, el nacionalismo...— ¡Te he dicho que no y es no! Con tu padre ya tuve bastante.¡Jijiji! Sí que hace frío y además llueve, pero con mi bastón en una mano y el paraguas en la otra... poco a poco. ¡Qué tendrá ese joven para sacarme a mí de casa! ¿Mi hijo? qué va, me refiero a ese de la coleta, el que habla tan bien, si hasta ha conseguido que no me quede dormida con la tele encendida. Parecía que estaba viendo una partida de ping-pong de uno contra todos, ¡qué bueno!, él solo era capaz de devolverles la pelota, y vaya pelotazos que los estampaba en la cara. ¡Qué cruzada se ha montado contra el chico de la coleta en este tiempo poselectoral! Ni el mejor culebrón puede superarlo. Ya no sé si es la reencarnación del diablo, el mismísimo Bakunin que se ha dignado visitarnos o un simple muchacho que pasaba por ahí. Los grandes y serios representantes, tanto de los poderes políticos como del autoproclamado periodismo independiente y libre, lo califican de ególatra, chavista, bolivariano, populista, demagogo, relacionado con ayatolás,… No se dan cuenta que con tanta descalificación lo están encumbrando a los altares. Y, a mi edad, me han llamado friki, ¿friki yo? ¡Jajaja! Si, esto me está rejuveneciendo.