Hace unas semanas publiqué este trabajo sobre Podemos en el diario El Correo. Con el vértigo nada despreciable que provocan los ríos de tinta que cada día se publican sobre la formación de Pablo Iglesias, esta doble página debería aportar algo de luz a aquellos que se atreven a escribir vulgaridades y descalificaciones destinadas a provocar miedo en los posibles electores y a desprestigiar públicamente a esta opción política impidiendo la visualización nítida de sus propuestas. No descubro nada con este comentario pero somos testigos del juego sucio que muchos aplican contra Podemos cada día.
El bipartidismo trabado entre socialistas y populares desde hace tres décadas se resquebraja. Los sondeos colocan a Podemos, una formación surgida en 2013, a la cabeza en intención de voto directo de los ciudadanos y tercera en voto estimado.
El motivo del terremoto es diverso y está a expensas de muchos factores pero la irrupción arrolladora de Podemos es una jugada maestra. Cierto es que parte del trabajo lo ha hecho la realidad misma pero también que sus estrategas políticos han sabido combinar su visibilidad mediática con inteligencia para difundir el mensaje.
Para ello no han dudado en atraer del sangrante flanco del sistema a muchos abstencionistas y a aquellos que protestaron en el 15M y las “mareas”. Y con este material ha comenzado a laminar al resto de partidos. Desde Madrid a Andalucía, Comunidad Valenciana e incluso Cataluña, donde ha empezado a cimentar la enorme grieta abierta entre los dos movimientos tectónicos que han sacudido la política regional durante los últimos años. En el eco sin respuesta de que “la gente está harta del ininteligible bla-bla-bla vacío que se intercambian por turnos gobierno y oposición” es donde brota Podemos.
Pero la realidad es más compleja. El talento ha consistido en abrazar parte de los principios elaborados por dos grandes teóricos del postmarxismo, el argentino Ernesto Laclau (crítica a la ortodoxia de la izquierda y la democracia radical) y Antonio Gramsci, bañarlos de la realidad actual y granjearse el respaldo de los sectores más críticos del mundo universitario. Como recuerda el ensayista Santiago Alba en la campaña de las elecciones europeas “Podemos se definió como una propuesta transversal, al margen de ese eje tradicional izquierda/derecha que ha hecho, por ejemplo, de IU un partido centauro. Es decir, que abarca por arriba –apoyando al régimen actual- pero también por abajo -luchando contra él-”.
Desde el primer día, Iglesias apoyó el derecho a decidir sobre la economía y sobre el marco jurídico y constitucional; explicó que su partido no ha llegado para sustituir a las organizaciones sociales, y su mantra sigue siendo que “la casta (el gobierno y sus derivados económicos) no tiene el poder garantizado”. Un miembro del movimiento Izquierda Anticapitalista que hoy compone el sector más crítico de Podemos añade que a todo eso también habría que añadir la gran cantidad de “carnaza trasnochada dirigida a los televidentes del sábado por la noche”. Todo un tratado que proyectó a escala nacional cuando su partido logró cinco escaños en las elecciones al Parlamento europeo celebradas en mayo.
Pero no conviene dejar de lado que todo empezó en la universidad y que los despreciativamente conocidos como “perroflautas” aceleraron los principios de que una cruzada contra la sacrosanta visión de la democracia en vigor había comenzado. Una lucha a muerte contra la política de recortes personificada en el bipartidismo imperante, en opinión del profesor de filosofía de la UCM, Carlos Fernández Liria. “El panorama real de este país está siendo reinterpretado. Hay gente en el PP y en el PSOE que estaba encajonada en una casilla irreal. Podemos les va a abrir los ojos. Y el resultado va a ser muy inesperado”, sostuvo en una entrevista reciente que le realicé.
A la hora de calibrar en qué medida puede producirse un gran cambio en las elecciones municipales de 2015, conviene retener una declaración de Juan Carlos Monedero en febrero de 2013: “Sin liderazgo, sin programa y sin estructuras, aunque tengamos muchas ideas, no vamos a poder solventar todos los problemas que ahora mismo estamos teniendo”, adelantó.
El genio de la dirección de Podemos ha consistido en seducir en un tiempo récord a miles de personas de todas las clases sociales e inaugurar un periodo inédito de “tripartidismo” en España pero ante el riesgo de presentar candidaturas poco fiables donde carecen de una estructura capaz de filtrar a quienes tratan de aprovecharse del influjo es visto desde la dirección como un riesgo innecesario cuando su objetivo real es La Moncloa. “Una grieta por la que PP y PSOE entrarían a saco”, responden desde la organización. Pero esta decisión ha generado tensiones que aun están sin resolver. “Este debate es extraordinario. La forma en que se ha constituido a sí mismo es una nueva forma de hacer política casi humillante para las otras fuerzas. En un marco como ése necesariamente tenían que salir a la luz las diferencias. Las hay y las habrá”, asegura el ensayista Santiago Alba.
La pregunta es si la formación de Iglesias tiene o no capacidad técnica en sus filas para gestionar la política pública en caso de ganar las elecciones generales y, lo más importante, si posee un programa económico aplicable al mundo actual pese a que aun sigue puliéndose en el laboratorio de los economistas Vicenç Navarro Juan Torres, Alberto Montero, Bibiana Medialdaea y Nacho Álvarez. Muchos son los que opinan que aplicar las fórmulas que algunos de sus dirigentes han esbozado en tertulias y entrevistas sería un riesgo de proporciones inimaginables, tal y como se acaba de explicar desde Barclays. Otros como el economista Antonio Roldán consideran que los pilares de su política económica –auditar la deuda pública, derogar las reformas laborales, reducir la jornada laboral a 35 horas semanales y garantizar la renta básica a los desfavorecidos- lograrían exactamente el efecto contrario al deseado: perjudicarían a los pobres, a los parados y a las pequeñas y medianas empresas. Santiago Alba resalta que este bombardeo de críticas responde al miedo que ha brotado en algunos sectores ya que, en su opinión, se trabaja sobre una propuesta keynesiana, es decir, socialdemócrata “que parece ser inasumible para el capitalismo y que adquiere, por eso mismo, una potencia revolucionaria. Hemos llegado a un extremo de control social en el que el “reformismo” es subversivo y se convierte en un poderoso motor de cambio”.
Sin embargo, el profesor Fernández Liria observa que el mayor problema habría que buscarlo en que si, llegado el caso, las manos ocultas del sistema dejarían gobernar a Podemos. La amenaza de Barclays se la toma en serio. “Lo van a intentar todo. Jugarán a todo tipo de chantajes patronales y financieros, alentarán una revolución naranja, movilizarán a sectores ultras de la población para generar violencia en las calles, intentarán generar miedo y amenazarán con el apocalipsis de los mercados”, afirma.
Una de las críticas más feroces contra la formación de Pablo Iglesias es el uso de mensajes populistas. Muchos analistas no tienen dudas, desde la invocación constante de “la gente” al protagonismo del pueblo en nombre de la igualdad. No importan los contenidos, aun siendo positivos si no se venden. “En cambio lo de la "democracia mola", y hay que apropiarse de la palabra, quitándosela al “enemigo”, lógicamente para imponer el propio producto en el mercado. Para entender a "Podemos", hay que mirar detrás de la máscara”, escribió hace escasas fechas Antonio Elorza en un incendiario artículo.
Íñigo Errejón, que no tiene pelos en la lengua y que ha hecho del manoseado concepto materia de investigación académica, considera que “populismo” engloba a “todo lo feo, todo lo impuro de la política plebeya”, una acusación que, en su opinión, nace de la ilusión de que la política sólo puede ejercerse como fruto de una gestión meramente técnica, de negociación: “Populismo es prometer lo que piden los ciudadanos y luego darles lo contrario; eso que también llaman “electoralismo”, la mentira impune incorporada, como normalidad política, a la estructura del bipartidismo hasta ahora dominante”, sentencia Alba.
Las próximas elecciones no habrá un cambio de marea pero si a las encuestas se le concede un valor esencial como herramienta prospectiva, los dos grandes partidos políticos de España están al borde del despeñadero. Y ninguna pequeña remodelación les sacará del problema. Ni siquiera una rebaja de la crisis. Para algunos será un sueño y para otros, quizás, una pesadilla.