“El jueves un geriatra y una bombera se reunieron durante seis minutos para certificar que no podían formar gobierno. La bombera, de Podemos, tuvo la idea de justificarlo diciendo que prefería pactar con ‘personas normales’, y luego acusó al geriatra, del PP, de connivencia con Ángela Merkel y el Ibex 35. En cuanto ella y el resto empiecen a sentarse en los plenos y descubran que no están ni Merkel ni el Ibex 35 se van a llevar un disgusto que se me parte el corazón. Pablo Iglesias lo veía venir, porque fue el que les vendió la revolución con 1.000 palabras. De ahí que primero no quisiera presentarse, luego no con su marca, y ahora que de entrar en gobiernos nada de nada, no sea que la líen. Más o menos que, de momento, empiecen por cosas más sencillas, acabar con los paraísos fiscales, llevar anillos a Mordor, que del día a día, ya si eso se vayan encargando los de siempre“.
El artículo del señor Colmenero contempla, en este párrafo, dos asuntos interesantes. El primero es la acusación fácil que siempre está en los labios del progresismo militante descalificar a cualquier tipo de derecha como fascista, amiga de Merkel o partidaria del Ibex 35. Teniendo en cuenta que un porcentaje nada desdeñable de la población española no sabe quién es el ministro de educación ignora que Obama es el presidente de los estados unidos, no dejo de preguntarme cuántos saben qué es el Ibex 35. No está bien, pues, que el señor Iglesias amenace a la “gente”, tan diferente de la “casta” con el hombre del saco que ésta última tiene en forma de índice bursátil. Muchas de las empresas que componen el selectivo Ibex 35 dan empleo a miles de trabajadores españoles que sobreviven junto con sus familias gracias a ellas y con una lógica aplastante, no parece muy correcto morder la mano que te da de comer.
El segundo aspecto es el referente a los tópicos con los que se califica cualquier idea apartada del pensamiento políticamente correcto, que como no, es el de D. Pablo y sus adláteres. La disidencia ideológica es castigada automáticamente con el ostracismo, cuando no con el insulto directo o la descalificación incluso en el terreno personal.
Los extremos se tocan y la forma de gobierno que se nos propone desde una izquierda supuestamente dialogante y democrática, parece estar muy lejos del poder ejercitar las libertades de las que disfrutaríamos con un planteamiento más liberal o menos intervencionista por parte del Estado. Los meses venideros, con el desarrollo de los programas políticos planteados desde estas nuevas formaciones, serán claves para determinar el alcance de los cambios así como la influencia de las nuevas fuerzas políticas en el panorama nacional tras las próximas elecciones generales.