Las imágenes y los eslóganes de las manifestaciones convocadas por Podemos en las ciudades andaluzas para rechazar la elección de 12 diputados de Vox de los 109 del Parlamento autonómico han apoyado realmente a ese partido “ultraderechista y fascista”.
Aunque algunas televisiones hayan ocultado lo exhibido en esas protestas, otros medios han mostrado que no tenían una sola bandera constitucional pero sí las de la hoz y el martillo, de la II República –la de la I tenía los colores de la actual—y del separatismo catalán: en Granada encabezaba la manifestación una bandera estrellada.
Si alguien hubiera aparecido con una bandera nacional lo habrían apaleado hasta enviarlo muy herido al hospital como hicieron hace unos días una quincena de abertzales vascos con un estudiante españolista.
Entre los españoles comunes, la mayoría constitucionalistas, los manifestantes no ganaron muchos simpatizantes: gritaban “Arderéis como en el 36”, “Sin piernas, sin brazos, los fachas a pedazos”, “Ortega Lara, vuelta al zulo”, o aclamaban a Fidel Castro, Chávez y Maduro, o mostraban retratos del Che Guevara, uno de los mayores asesinos en serie de homosexuales de la historia.
Pese al calificativo de ultraderechista, incluso fascista, de momento Vox no parece serlo. Le faltan sus mayores características: un nacionalismo que desprecia tanto la Constitución como la democracia, anticapitalismo, antiliberalismo, corporativismo, autoritarismo, militarismo, racismo y personalismo.
Mientras las ultraderechas europeas que le felicitan son antieuropeístas, Vox se declara constitucionalista y europeísta, y no exhibe las características de esas ultraderechas, ni siquiera las de xenófobo o racista: no rechaza la inmigración que se necesite en España, especialmente la latinoamericana, sino la ilegal y la que delinque.
Uno de sus principales portavoces y miembro de la junta directiva es Ignacio Garriga Vaz de Concicao, 41 años, odontólogo negro, barcelonés y catalanohablante.
Cuidado, por tanto: el origen de la ideología de Vox es democrático; se ha olvidado que sus raíces vienen del PP de Fraga Iribarne, aunque es menos laico por su catolicismo declarado.
Recuerda sobre todo a los socialcristianos bávaros (CSU) del último medio siglo y, más lejanamente, a la CEDA de la II República.
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