Mientras concluye en Venezuela, comienza en España una campaña electoral que cambiará la relación de los políticos con los ciudadanos.
El chavismo amenaza allí con dar un golpe de Estado si pierde el poder tras 17 años en los que llevó el país a las miserias económica, moral y de seguridad cívica.
Aquí, el argumentario de los perjudicados por Podemos, especialmente el PSOE, ha olvidado que Pablo Manuel Iglesias contribuyó al hundimiento venezolano colaborando varios años con Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Y que se financió con fondos de su pútrido régimen, además de que sigue cobrando de los fanáticos ayatolás iraníes.
Cuando Iglesias fue por primera vez al Parlamento, este jueves, saludó a la diputada popular, exministra y exvicepresidenta del Congreso, Celia Villalobos, llamándole corrupta.
Esa fue su entrada, muestra mala educación y peor estilo con quien le daba la bienvenida. Porque esas denuncias tienen sus cauces y momentos.
Su exhibicionismo fue como el de los boxeadores que anuncian que matarán a sus contrincantes. Lógico: Iglesias Turrión usa profusamente en sus programas de televisión “La Tuerka” y “Fort Apache” la figura del político-boxeador sádico.
Claro que los financiadores de sus programas, junto con los chavistas protectores de pistoleros callejeros, son los pacifistas ayatolás iraníes, ejemplo de democracia y de grúas para colgar homosexuales.
Que se le recuerden estos antecedentes a quien puede obtener entre 23-25 escaños el 20 de diciembre le molesta profundamente a Iglesias.
Por la fascinación que ejercen personajes así, pocos periodistas le piden las cuentas que debía dar sobre sus bolívares venezolanos y sus riales iraníes.
¿También por prevención? Porque denuncia irritado, señalándolos personalmente en los debates presidenciales, a los periodistas que recuerdan a sus financiadores.
Con Chávez y Maduro, en Venezuela los periodistas así terminan muy mal parados.
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SALAS