El "yes we can" de Pablo Iglesias no es suficiente para vehicular una alternativa de gobierno a la "Tea Party" europea
l otro día leí un artículo de Ignacio Urquizu, publicado en El País. Ignacio es profesor de Sociología en la Complutense y colaborador de la Fundación Alternativas. Me gusta su forma de escribir porque utiliza metáforas acertadas para ilustrar sus pensamientos. La columna en cuestión se titulaba: ¿Por qué tiene éxito Podemos? En ella, el autor dijo que el partido de Pablo Iglesias era – y es – como un espejo donde se refleja el malestar de la gente. Es, precisamente, la canalización de la indignación ciudadana, a través de las tribunas de Podemos, la que hace que la organización de Iglesias tome oxígeno, mientras los otros – el pepé y el pesoe – se desinflan como globos en los sondeos demoscópicos. La tecla del "populismo" o, dicho de otra manera, "decirle a la gente lo que quiere escuchar" es condición suficiente para que en tiempos de crisis y desafección institucional – como los que corren -, el pueblo recupere su ilusión por la política; la misma que recuperó con Isidoro en la España de Suresnes. Hasta aquí, el diagnóstico sociológico del éxito de Podemos: discurso populista; desafección civil por la política y, repulsa social contra la "casta política". Unos ingredientes perfectos para conseguir efectos similares al "yes we can" que Obama entonó para vencer a la derecha.
A pesar de que Barack se llevó el Nobel de la Paz por el "arte de la oratoria", lo cierto y verdad, es que su mensaje electoral está a años luz de sus hechos presidenciales. Digo esto porque el buque insignia de su campaña: "un Sistema de la Seguridad Social a la española" fue tirado por la borda por la Tea Party legislativa. Tan cortadas tiene las alas el líder de La Casa Blanca, que la mayoría de sus propuestas socialdemócratas, – aquellas que le valieron cuotas altísimas de popularidad en la víspera electoral – acaban, un día sí y otro también, en agua de borrajas. Ahora bien, a pesar del engaño. A pesar de no cumplir con las líneas de su programa y frustrar a quienes vieron en él, al mesías de su futuro; los hechos son que su oratoria – populista, retórica barata o como ustedes la quieran llamar -, le sirvió para hacerse con el cetro, y darle una patada en el culo a George, nuestro Aznar americano. Algo parecido, estimados lectores y lectoras, ha sucedido con don Mariano y su aplastante mayoría. Gracias a la crisis y las angustias de cinco millones de parados; Rajoy articuló – recomendado por Arriola – un discurso basado en promesas populistas para una masa enfurecida. Propuestas, todas ellas, basadas en el "España va bien" de los tiempos aznaristas. Tiempos en los que Rato era el Dios de la burbuja, y hoy – diez años más tarde – se ha convertido en una mancha negra para la marca de su partido.
Obama; Rajoy e, incluso Artur Mas han hecho gala de promesas electoralistas para llevarse a sus bolsillos a millones de ignorantes. Gracias a la "consulta separatista", el delfín de Cataluña ha entretenido a los suyos para tapar, con disimulo, las miserias de su gestión económica al frente de el Parlament. Tanto es así, que su popularidad ha subido como la espuma de la cerveza, que cada domingo se toma Josefa en la tasca de Rogelio. La contienda de la independencia solo ha servido para generar frustración a Cataluña. Frustración, les decía, a un pueblo que soñó que vivía en los tiempos de Maquiavelo. Hoy, el salvador de Cataluña se ha convertido en un charlatán de mercadillo donde su palabra vale menos que los ceros a la izquierda. Por ello, por engañar y jugar con las ilusiones de la gente, hoy los tres jinetes de la mentira – Obama, Rajoy y Mas – son el espejo al que no se debe asomar Podemos sino quiere terminar como ellos al paso de los años. Así las cosas, Pablo Iglesias y los suyos no parecen haber entendido que los tiempos de Suresnes no son los actuales. Aquellos años estaban pintados con el blanco y negro de cuarenta años de No-Do; de censura y miseria intelectual. Una España nostálgica por los tiempos de república y ansiosa de democracia, donde las mentiras electoralistas eran bienvenidas con tal de derrocar al tío Paco de su silla, su mandato. Hoy, la gente está harta de embustes y de juegos emocionales. La gente busca coherencia y eso es lo que le falta al líder de Podemos.
A Podemos le falta coherencia – sí señor – porque su discurso cala en los oídos de la gente pero se desmorona en los prados de la lógica. El "yes we can" de Pablo Iglesias no es suficiente para vehicular una alternativa de gobierno a la Tea Party europea. Digo esto porque el programa de Podemos está muy bien de cara a la galería pero, sin embargo, no es válido para quienes entienden – un poquito – de macroeconomía. No está bien para los entendidos en la materia porque la jubilación a los sesenta; el impago de la deuda; la renta básica para todo hijo de vecino, y otras medidas similares; supondrían comida para hoy y hambre para mañana. Tan malo es el liberalismo exacerbado como una socialdemocracia al borde del comunismo. La jubilación a los sesenta pondría en peligro la sostenibilidad de las pensiones; el impago de la deuda nos costaría la expulsión de Europa y, la renta básica supondría un cuarenta por ciento del PIB que los ricos – me temo – no estarían dispuestos a pagar. No lo estarían, les decía, porque en mundo globalizado como el nuestro buscarían otros países con menores cargas fiscales y más comodidades para seguir ganando dinero a costa de los débiles. Dicho esto, aunque me gustaría muchísimo creerme la utopía, auguro que el discurso de Podemos seguirá aumentando simpatizantes porque a nadie le amarga un dulce; pero cuando lleguen a la cima, muchísimos de sus votantes se acordarán de aquella fábula titulada: "El flautista de Hamelín". Atentos.
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