Pedro Sánchez ha decidido entregarle el PSOE a Pablo Manuel Iglesias Turrión, para lo que busca apoyo entre los militantes del partido que, intentando dejar tuerto a Mariano Rajoy, se mutilan cegándose a sí mismos.
Con doctrina ultraizquierdista y podemita acaba de presentar un programa para reconquistar el PSOE, para lo que propone mutilar también la aplicación del artículo 2 de la Constitución que acredita la unidad de España.
Promete crear mini países, nacionalizar las empresas que lo estaban con Franco, y formar un Frente Popular como el de la II República con Podemos, los sindicatos y los independentistas.
Es difícil encontrar en la historia española un caso como el de Sánchez. Quizás el traicionero Fernando VII o el socialismo de la desastrosa revolución de 1934, junto con el separatismo catalán de Companys, condenado incluso por aquél radical PSOE.
Es un caso de vanidad y rencor. Bravucón y fracasado baloncestista, por ser muy alto exige el número uno para vengarse de quienes lo destituyeron de la secretaría general por irreflexivo, incompetente y falsario.
Con esa serie de vicios se arrodilla ante Iglesias tras crear una secta de exsocialistas también resentidos y unidos en sus reiterados fracasos electorales y el odio a Rajoy, que los derrotó doblemente pese a estar rodeado de corruptos detestados por la ciudadanía.
Antiguos líderes socialistas como Felipe González recuerdan que les mintió al prometer que no intentaría pactar con Podemos y los separatistas, y que se abstendría ante un gobierno de Rajoy para evitar una tercera derrota electoral del PSOE definitivamente mortal.
Busquemos el dinero: se desconoce cómo consigue Sánchez los enormes fondos necesarios para esta campaña contra su propio partido.
Podemitas, bolivarianos, iraníes, rusos, incluso algún escabroso negocio familiar: debe haber muchos interesados en ayudar al chico.
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