Revista Filosofía

¿Podemos pensar el pensamiento?

Por David Porcel
Si entendemos, como lo hace el biologicismo, que sólo lo útil acaba prevaleciendo, plantearemos la cuestión sobre el origen del conocimiento en los siguientes términos: ¿en qué es útil al ser humano el conocimiento? Según la interpretación biologicista para descubrir la esencia del conocimiento es preciso entender la función que éste ejerce en el individuo y el beneficio que le repara. El conocimiento sería algo así como un órgano con el que debe contar la especie humana para su supervivencia y crecimiento. Esta teoría, que adolece de una contradicción en su raíz misma, como ahora veremos, cuenta con toda una interpretación sobre lo que es la utilidad, el beneficio o la supervivencia de la especie, sin la cual nada de lo que defiende tendría sentido. No hay que olvidar, en este sentido, que para realizar dicha interpretación ha sido necesaria la actividad del pensar. Por tanto, si la teoría biologicista, que nos dice que el fundamento de toda actividad es la utilidad, precisa del pensar mismo como actividad, el fundamento de éste ya no puede ser la utilidad, como pensaba el biologicista. Puede éste defenderse buscando también la utilidad a este pensar, pero entonces de nuevo topamos con un pensar (el que piensa la utilidad al pensar primero) que queda sin fundamento. Es más, parece que cualquier fundamento que intentemos encontrar al pensar como actividad va a necesitar de éste, por lo que siempre quedará sin fundamento.
Podemos suponer, por tanto, que es el pensar mismo, como actividad que origina toda interpretación científica o poética, el verdadero fundamento de las ciencias, las artes y la moral. La cuestión que urge responder es si puede el pensar mirarse a sí mismo, pensarse a sí mismo, ser al mismo tiempo sujeto y objeto sin por ello perder nada de su naturaleza, teniendo en cuenta que para pensar cualquier cosa, incluido el pensamiento mismo, hemos de situarnos ante la totalidad del objeto que queremos pensar. En el caso de considerar la actividad del pensar como objeto de pensamiento nos topamos con el problema de que si objetivamos el pensar como actividad entonces éste ya se nos escapa, ya no estamos situados ante la esencia del pensar, porque éste se caracteriza precisamente por ser actividad, constante actividad, siempre presente, actuante, y no por ser algo ya terminado, acabado, que encierra todo aquello que ha sido objetivado...
Entonces, ¿podemos pensar el pensamiento?

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