Revista Opinión

Podemos ser mugrientos

Publicado el 13 enero 2016 por Cronicasbarbaras

En el artículo de la Enciclopedia de la Filosofía de Stanford “The Problem of Dirty Hands”, El problema de las manos sucias, se describe la relación entre la política y las manos manchadas con la corrupción, y se añade que la mugre de las viviendas, ciudades o países podemos asociarla a la suciedad física de las personas que las administran.

Michael Walzer, especialista en Maquiavelo y Max Weber, ratificaba la tesis y afirmaba que por regla general la higiene y limpieza física que presentan los políticos, mostraban su pulcritud moral, aunque haya notables excepciones.

Antropólogos como Marvin Harris analizaron la relación entre la basura acumulada y casi nunca recogida en, por ejemplo, las ciudades del tercer mundo, y la corruptibilidad de sus autoridades, a la vez que recordaba que las ciudades más limpias, como las suizas, tenían autoridades incorruptibles.

En el ya clásico texto de Leila Simona Talani “Dirty Cities: Towards a Political Economy of the Underground in Global Cities” esta profesora del King’s College de Londres, expone una novedad en los suburbanos y en la superficie: cuando las ciudades cambian de administradores se nota su corruptibilidad al aumentar o disminuir la suciedad.

Y en coincidencia con Harris y Walzer añade que el aspecto de los administradores, el cuidado de sí mismos, su autosatisfacción o autorrechazo subconscientes se vinculan al respeto que sienten por sus administrados.

Lo escrito hasta aquí son teorías basadas en el empirismo de unos estudiosos, a cuyo amparo debemos examinar a los políticos emergidos de comunas de okupas y simulares, en las que convivían sin excesiva higiene.

Acaban de llegar al poder con ese aspecto que Talami, Harris, Walzer y Stanford califican de mugrientos: atentos, porque la poca higiene parece corromper lo que toca.

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SALAS

Tira Salas 5309


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