Revista Sociedad

Podemos, sueño y desencanto

Publicado el 30 septiembre 2019 por Abel Ros

En los últimos días, he leído varios artículos referidos al 15-M. Al parecer, mucha gente siente nostalgia por la desaparición del movimiento. Una nostalgia que se relaciona, sin mucho sentido, con la escisión de Podemos en pablistas y errejonistas. Al parecer, la entrada de Más País en la trinchera política pone fin, según algunos columnistas, al platonismo que acompañó a los jóvenes de la Tuerka. Hoy, varios años después, de la fundación de Podemos estamos cerca de analizar por qué "el brazo político" del 15-M llora su derrota. Durante el momento álgido de la crisis económica - allá por mayo del 2011 - se produjo, en España, una caída de su modelo económico. Un modelo, como sabemos, desequilibrado desde el punto de vista sectorial y geográfico. Ese revés económico, popularmente conocido como el pinchazo de la burbuja, supuso un descenso brusco del empleo que tuvo sus efectos más dañinos en los jóvenes.

Fue precisamente esa indignación colectiva, ese cabreo con el dinero fácil del pasado y las penurias del presente, la que invadió de color la plaza Sol madrileña. Los partidos de izquierdas intentaron sacar rédito político de ese movimiento social abstracto, heterogéneo y apolítico. Y en ese intento de politizar el movimiento se fue fraguando, a fuego lento, Podemos. Un partido que supo, los años posteriores, sistematizar las inquietudes del 15-M. Así las cosas, el postzapaterismo y los recortes de Rajoy sirvieron a los líderes emergentes - Iglesias, Errejón y Echenique - de pretexto idóneo para redactar su relato. Un relato, como saben, basado en la utilización del cabreo social contra el establishment. De ahí, los términos de la "casta", los ataques contra la banca, la defensa a ultranza del Estado del Bienestar, la cuestión monárquica y otros temas que, hasta el momento, eran vacas sagradas. Esta estrategia tuvo, como saben, sus primeros resultados en las elecciones europeas. La obtención de cinco diputados alimentó, de alguna manera, el cuento de la lechera.

Podemos no supo gestionar su éxito. Y ese fue principalmente el motivo de su derrota. No lo supo por una serie de torpezas que todos conocemos. En primer lugar, sus resultados negativos en las primeras elecciones andaluzas. Digo negativos en contraste con lo esperado. Lo segundo, la frustración por el sorpasso socialista que, a bombo y platillo, anunciaban las encuestas. Lo tercero, la desmembración de su cúpula: Monedero, Bescansa y Errejón, entre otros. Lo cuarto, ciertas incoherencias entre su discurso público y su praxis en lo privado. Y lo quinto, entorpecer la investidura de Pedro. Si antes fue el referéndum catalán, quien marcó la línea roja, ahora ha sido el anhelo de sillones en el Consejo de Ministros. En estos momentos, Podemos tiene sus piezas muy mal situadas en el tablero de la partida. Por un lado, los probables mordiscos de Más Madrid. Por otro, la posible negativa de Sánchez a su consideración como socio preferente. Estamos pues ante un partido cuya única defensa pasa por el ataque. Ataque a Pedro por no aprobar su propuesta. Y ataque a Errejón por su desplante a Podemos.


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