Beatriz Benéitez. Santander
Nuestro cerebro es poderoso, posiblemente mucho más de lo que a priori podamos pensar los profanos en la materia. No sé hasta donde podríamos llegar en el manejo de nuestra mente con el entrenamiento adecuado. El yoga y la meditación, son herramientas recomendables y muy extendidas ya en Occidente, y conllevan múltiples beneficios. Ambas se utilizan hace miles de años, y no es necesario ponerlas en práctica desde la mística; También se puede meditar desde el pragmatismo, con el propósito de hacer descansar la mente y tomar perspectiva de las ideas que nos ocupan o preocupan. Con algo de distancia las cosas se ven más claras, porque se focaliza mejor. También las técnicas de control mental pueden ser muy útiles para ayudarnos a atravesar algunas situaciones o mejorar nuestro rendimiento, aunque existe el riesgo de que el ego se dispare, y es importante mantenerlo bajo control, porque no es buen compañero de viaje.
Pero lo cierto es que, aún sin entrenamiento, el cerebro tiene la capacidad de proyectar acciones que aún no se han materializado. Por ejemplo: alguien decide apuntarse a un gimnasio. Busca información, elige centro deportivo y se matricula; como lleva mucho tiempo sin hacer deporte, sale a comprar algo de ropa apropiada. Ya en casa, prepara la bolsa y piensa que al día siguiente empezará. Y lo cierto es que, en ese momento, sin haber hecho siquiera un minuto de gimnasia, es posible que ese alguien ya se sienta más en forma, e incluso algo más delgado. Su cerebro le dice que está en el camino de cumplir sus objetivos, y eso ya le hace sentirse más cerca de ellos. ¿Nunca os ha pasado que vais al médico, os receta un antibiótico y en la cola de la farmacia, con la receta en vuestra mano y el antibiotico aún en el cajón del boticario, empezais a notar que os encontráis mejor? Y, es probable que así sea; nos encontramos mejor porque pensamos, lo sentimos y lo proyectamos. O el archiconocido ejemplo en el que el padre le dice al niño: "ten cuidado, te vas a caer; te vas a caer; te vas a caer". Al final, se cae. Puede que, en parte, de las veces que se lo ha repetido. Y lo peor es que luego nos cargamos de razones: "¿Ves? Al final te has caído". Creo que por eso es importante, tener los pies en la tierra (levitar tampoco es necesario), pero ser positivos. Porque la actitud, el simple hecho de pensar que las cosas saldrán bien, generan confianza en nostros mismos, y nos hacen actuar con más determinación y convencimiento. Y eso ayuda a alcanzar metas y objetivos. Claro, no sólo hay que pensar; también hay que actuar. Y si no.... recordemos el clásido "ora et labora".