Antes de morir, hija mía,quisiera estar seguro de haberte enseñado…a disfrutar del amor,a enfrentar tus miedos y confiar en tu fuerza,a entusiasmarte con la vida,a pedir ayuda cuando la necesites,a decir o callar según tu conveniencia,a ser amiga de ti misma,a no tenerle miedo al ridículo,a darte cuanta de lo mucho que mereces ser querida,a tomar tus propias decisiones,a quedarte con el crédito por tus logros,a superar la adicción a la aprobación de los demás,a no hacerte cargo de las responsabilidades de todos,a ser consciente de tus sentimientos y actuar en consecuencia,a dar por que quieres y nunca porque estés obligada a hacerlo.
Antes de morir, hija mía,quisiera estar seguro de haberte enseñado…a exigir que se te pague adecuadamente por tu trabajo,a aceptar tus limitaciones y vulnerabilidades sin enojo,a no imponer tu criterio ni permitir que te impongan el de otros,a decir que sí solo cuando quieras y decir que no sin culpa,a tomar más riesgos,a aceptar el cambio y revisar tus creencias,a tratar y exigir ser tratada con respeto,a llenar primero tu copa y después la de los demás,a planear para el futuro sin intentar vivir en función de él.
Antes de morir, hija mía,quisiera estar seguro de haberte enseñado…a valorar tu intuición,a celebrar las diferencias entre los sexos,a hacer de la comprensión y el perdón tus prioridades,a aceptarte así como eres,a crecer aprendiendo de los desencuentros y de los fracasos,a no avergonzarte de andar riendo a carcajadas por las calles sin ninguna razón,a darte todos los permisos sin otra restricción que la de no dañar a otros ni a ti misma.
Pero sobre todo, hija mía,porque te amo más que a nadie,quisiera estar seguro de haberte enseñado…a no idolatrar a nadie…
y a mí, que soy tu padre, menos que a nadie.