Revista Cultura y Ocio
Despréndase de todo lo que sabe,
borre los registros del corazón,
piense en usted como si acabara de ser presentado en sociedad,
nadie le conoce, a nadie conoce,
abra los ojos,
haga un acta somera de lo que acaba de ver,
empiece por la luz,
sienta su fiereza,
siga con los árboles y con el agua y con el alto cielo en la bóveda celeste,
no escatime un ápice de atención,
todo está ahí por usted,
deje que el aire fluya adentro,
no se permita el desaliento,
apártelo como quien rehuye el fuego,
apreste la voluntad al delirio de los sentidos,
imprégnese de júbilo,
está a mano, no se le resistirá cuando lo anhele,
convoque el numen secreto de las cosas,
hágase a la idea de que todo lo que contempla está ahí para que usted lo gobierne,
siéntase hospitalario consigo mismo,
cuide de que toda esa riqueza recién alumbrada no se deshaga cuando irrumpa la sombra o cuando sienta abatirse el deseo,
no flaquee, ni se amedrente si la adversidad lo cerca y merma,
piense en la belleza o en el amor,
ámese con ardor y con disciplina,
ámase por encima de todas las cosas,
por encima de los demás y de los dioses,
ámase con dedicación absoluta, sin merma ni desánimo,
nombre al corazón albacea de sus sueños,
no escuche discursos grises, ni los diga usted,
lea panfletos de alegría, escriba las jaculatorias del entusiasmo,
no se despierte con la retórica del que lo ha visto todo,
que todo está por ver y la función acaba de empezar,
dese los caprichos que lo iluminen,
verá que cuanto más luz desprenda más luz acudirá y con mayor festejo será suya,
arrumbe el dolor con el que será herido a poco que avance el paso,
tenga la certeza de que no habrá dos días iguales,
que el único templo en el que postrarse lo llevamos a cuestas,
y que depende de nosotros que sea acogedor o nos repruebe y haga sufrir,
que venimos sin nada y marchamos sin nada,
que la travesía es prestada,
que al final nada es nuestro.
