El Poema del Mar y en primer plano un oxidado mastodonte llamado Blue Bird: entre pájaros y peces anda el juego
Las hablillas a propósito del cierre a cal y canto del acuario y la soledad en la que llevan viviendo sus peces desde hace semanas son muy diversas. Desde problemas con la energía eléctrica hasta insuficiente cualificación del personal contratado para el servicio y la atención que un acuario de postín como ese debe prestar a sus visitantes. Sin embargo, ni la empresa ni el entusiasmado ayuntamiento ni la circunspecta Autoridad Portuaria dan razón alguna de por qué no abre sus puertas Poema del Mar. Hay que recordar, además, que el espacio en el que se asienta el acuario era el utilizado hasta no hace mucho por Naviera Armas para el atraque de sus barcos. Para hacerle hueco al acuario, a la compañía marítima se le adjudicó un espacio amplio pero a medio terminar, incómodo y sin servicios en el muelle Nelson Mandela, situado en las Chimbambas y para llegar al cual el sufrido pasajero se tiene que gastar tanto en taxi como lo que le cuesta un trayecto a Tenerife o a Fuerteventura. También hay que recordar que el ayuntamiento no tiene previsto que la pasarela peatonal que debe comunicar el acuario con el mercado del Puerto este terminada antes de 2019, con lo que el acceso a las instalaciones, en donde no hay nada aún que merezca el nombre de aparcamiento, se convertirá en toda una odisea marítimo – pesquera. Por ahora, los peces y tiburones siguen nadando en soledad y del medio millón anual de visitantes previstos no ha llegado ni uno para admirarlos y hacerse selfies con ellos. Y mientras, los que saben o deberían saber los motivos por los que no abre sus puertas después de años de darnos la tabarra con las bondades del acuario, han guardado las tijeras de cortar cintas y han hecho todos mutis por el foro.