Revista América Latina
Los poemas de Jorge Dominguez Scholz llevan indiscutiblemente el signo Beckettiano de la sombra, transitan entre el deslumbrmiento oriental y el malditismo Paneriano; la vida es una flor ensangrentada que agoniza en los basurales del mundo, una barca que cruza sin retorno el infierno; poesía con sello confesional que va desde la ternura al desgarramiento es la que nos muestra Dominguez; aunque no ha publicado aun, es una joven figura de la poesía peruana que aparece en este segundo decenio del siglo XXI.
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A veces me pongo a bailar solo entre tanto muro de cemento
entregado a mi suerte sin mas remedio.
A veces me quedo sentado en la litera, pensando,
intentando recordar alguna melodía
para pasar el tiempo
hasta que llega el instante de acercarse
Hacia algún ángulo del calabozo donde pueda dar el sol.
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Te sientas en el silo y de tu ano salen vísceras y vísceras,
Te descompensas,
Te preguntas como puedes soportar tanto frío,
Tantos golpes,
Tanta injusticia,
Tanta muerte.
Te preguntas a donde se fueron tus sueños de niño por ser soldado.
Te preguntas porqué el régimen te traicionó,
Porque te quedaste sin amigos,
Porque el ser humano es tan bueno que te da tres comidas al día y hasta cigarrillos
Faltando pocos días para matarte.
Donde esta mi mujer, donde mis hijos,
Donde esta mi madre,
Aquí solo la luna,
El pavimento,
Y el brillo, ese tenue brillo como de luz en el suelo,
Que te mantiene con vida hasta el postrimero minuto,
Nadie sabe como, ni porque.
Parque de Kyoto o de la urbanización La Castellana, Surco, primavera de 1999.
No había nada mejor
Que echarnos sobre la hierba
Nada mejor
que poner en el walkman
la música del viento.
El honor estaba
en las flores blancas.
En el aire,
en las hojas.
Más estallaba el jazmín
que los crepúsculos.
Después de caminar junto a ti,
Sobre el pasto,
Me gustaba ver las nubes, y sus infinitas formas.
Luego de este amor,
Puedo echarme a las lenguas de fuego
de cualquier nido de muerte.
No había nada mejor
Que echarnos bajo los árboles,
Sobre el pasto.
Nada mejor
Que poner en el walkman
La música de un estallido al despegar de los pilotos de la armada
Sobre el fuego de una gran guerra
Y esperar
que las hojas más hermosas
se posen en nuestros pies.
Luego,
tomarnos de las manos,
en silencio
observando el caer de las bombas
sobre la ciudad
Como si se tratase
de globos de colores
que nos traen felicidad.
Suburbios de Tokio.
Sobre la grama celeste
Frente a la gran aurora
Con una brizna de hierba en la boca
Te conté que te amaba
mientras pequeñas mariposas blancas
Llenaban los macizos de flores
las mismas que solían volar sobre nosotros
cuando pateábamos la zarza
entre pálidas polillas,
cuando descubríamos
el escarabajo de la rosa
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Mercenarios del amor, de la política, de la guerra,
de la paz, de la moda,
infiltrados
entre los jóvenes:
Miren como nos besamos
Julie y yo
En este
silencioso parque.
Tarde.
Puedes golpearme.
A fin de cuentas,
Te dolerá más que a mí.
Fui feliz entre los arbustos y la luz.
Puedes echar esto a la basura como otras veces.
Fui feliz entre bates, mujeres, amigos, botellas de vino,
Atisbando momentos infinitos:
Lleno es el mundo de gracia.
No podrás quitarme esta inocencia jamás.
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Lo que ves es lo que eres.
Y nos echábamos en el pasto
a mirar el cielo.
Yo veía las nubes,
Algunas tenían forma de revólveres,
Otras de corazón sangrante,
Mientras mi nave caía lejos de allí.
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En la cabeza de mi padre
convivían Hitler y Sigmund Freud.
Tiene el cabello azul
de los mares en tempestad.
Ahora está medio loco,
no desea salir de casa
y está ciego:
No distingue entre luz y oscuridad.
Lleva los anteojos
para encontrarse en la tierra gélida de su soledad,
y uno de los ojos desviados, inútil lastre,
como si hubiese sido congelado
en el momento en que avizoró
un perverso guiño de intimidad
donde no hay nadie
donde nadie está.
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Siempre
lo amo y lo odio
como a mí mismo
o lo odio casi como lo amo,
que viene a ser lo mismo.
Odiar es una forma de amar
más salvaje, apasionada y violenta,
más pura que solo el deseo.
que la rabia virulenta.
Porque Dios echara aceites sobre su cabeza
que él ha rechazado
o jamás se dio cuenta de que fue tocado, enaltecido,
por eso lo veo como un elegido,
viviendo solo
en su infierno paraíso.
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Ayer quedé pensando en ti,
prohibidamente
mientras mi mujer dormía.
Despejé mi cabeza de palabras,
quedó mi cerebro como un hueso remojado en vinagre,
blando, leve, disperso,
entre la luz y la oscuridad,
entre la tersura y los caminos
que me conducen a ti.
Quedé pensando suavemente,
una y otra vez,
en la poesía que es tu piel,
delicada cinta de pellejo
de cuerdas finas, sensitivas,
deliciosa lisura que bebo de tus relajos atrevidos,
de tus significados homicidas, de tu plexo, de tus críticos momentos,
de tus jadeantes movimientos,
de tu verbo sucio, glorificado,
Como las más sublimes y dulces campanadas del afecto.
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Yo y mi padre nos amamos
como perro y gato.
Aquejados de ansiedad,
recurrimos a la fantasía del deseo.
Por eso te admiro padre,
me diste un derrotero
a pesar de la adversidad
y sus contratiempos.
a pesar del optimismo impuesto,
de la negación,
del rechazo de lo que es humano.
Porque nadie está contento de sus actos o palabras
nunca,
ni de sus obras,
así como tú conmigo,
al igual que yo contigo.
Así,
a fuerza de rebeliones,
He encontrado mi camino.
Si pudieras verla, padre,
rejuvenecerías,
abrirías los ojos a la vida,
darías más motor a tu habilidad para desechar
lo que ya es porquería.
Ella, padre,
te haría ver de nuevo el mundo.
No necesitarás abrir ningún libro para saberlo,
ni rebuscar en tus reconcentrados hemisferios,
Dios existe, es real y tangible su obra,
por eso a ella, la hermosa,
le tengo fe
y veneración.
Ella, padre, la más bella,
es más conveniente
que nuestras delirantes utopías.
Es mas linda, padre,
que la luz.