Revista Cultura y Ocio

“Poemas para ser leídos en un centro comercial”, de Joaquín Pérez Azaústre

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«El nuevo y deslumbrante poemario de Joaquín Pérez Azaústre nace de la imbricación del arte popular en el discurso emotivo.»
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“Poemas para ser leídos en un centro comercial”, de Joaquín Pérez Azaústre

Cubierta de: ‘Poemas para ser leídos en un centro comercial’

Explica el autor de Poemas para ser leídos en un centro comercial, publicado en Vandalia, que inició el viaje ahora concluido cuando, mientras paseaba por uno de esos establecimientos, tuvo la impresión de estar atravesando las ruinas rutilantes de nuestra memoria sentimental, poblada por escenas y personajes de un imaginario compartido. Elogiado por maestros como Pere Gimferrer y José Manuel Caballero Bonald, Joaquín Pérez Azaústre combina en su nueva entrega —un libro redondo y singular, desprejuiciado, deslumbrante— el rigor y el brillo del estilo, presente en toda su obra, con la capacidad para llegar a un público amplio. Destacan también en este nuevo libro el pulso periodístico, la alternancia en verso y prosa manejada por el autor y las referencias cinematográficas.

Concebidos y escritos a lo largo de una década, a raíz de la publicación de El jersey rojo (2006), los poemas ahondan en una veta que siguió desarrollándose en paralelo a las entregas posteriores de Pérez Azaústre, nacida de la fecunda imbricación del arte popular en el discurso emotivo. Tras acabar el libro citado, el poeta sintió que su escritura continuaba, pero de otra manera: “Predominaba, digamos, un cierto intimismo culturalista popular. Ya entonces lo titulé Poemas para ser leídos en un centro comercial, porque hay veces que un título nombra un libro, como sucede en este caso. El título ha sido faro, guía, pulso y orientación”.
Estuvo a punto de publicar una primera versión en 2009, pero se le cruzó la escritura de otros libros de fuerte carácter unitario: Las Ollerías (2011) y Vida y leyenda del jinete eléctrico (2013).
El proyecto, sin embargo, siguió su andadura, “como una música de fondo que acompañó a aquellos dos libros y que después ha continuado creciendo. Ha sido un compañero fiel y grato, y en parte por eso me resistía a terminarlo. Podríamos decir que en este libro están todos mis libros”.
Hay en los poemas, señala el autor, “dos ideas más o menos evidentes: la imagen del centro comercial como lugar de reflexión indirecta para una parte de la cultura contemporánea, o lo que hemos entendido como cultura desde un planteamiento popular —el cine especialmente—, y la reciente devastación de esos espacios, poco a poco abandonados, porque las formas de consumo se han individualizado. Hay también una nostalgia del rito simbólico de las salas de cine, que parecen definitivamente abandonadas como lugar de encuentro”.

“La tolerancia no era vista, como hoy, con malos
ojos, como una debilidad y una flaqueza, sino que
era ponderada como una virtud ética.”
Stefan Zweig  (El mundo de ayer)

Es significativo el primer poema, “Petrópolis”, una confesión de Stefan Zweig poco antes de tomar la decisión de suicidarse ante el avance del nazismo. “El exiliado teme que pueda llegar hasta allí y prefiere antes quitarse la vida. Ya lo ha perdido todo: no tiene ni libros, ni amigos, ni ciudad. Solo le queda su nombre, la conciencia de lo que ha sido, de su mundo de ayer. Hay una experiencia cultural que se borra, que nos es arrebatada. Eso está presente en el libro, desde ahí se parte. Es cierto que también hay celebración, amor, elegía y desgarro, pero el dolor es grieta y elemento germinador”.
En el plano formal destacan el pulso periodístico ajustado al margen del poema, la alternancia en verso y prosa o el tratamiento de la referencia cinematográfica de un modo íntimo que la acerca al terreno de la autobiografía: “Siempre he creído —concluye Pérez Azaústre— en la capacidad del poema para encarnar cualquier discurso artístico, desde varios niveles de lenguaje, hasta fundirse en una nueva realidad. No estoy de acuerdo con quienes propugnan un planteamiento formal invariable: la poesía buena es esto, y no puede ser aquello. De ninguna manera. Me interesan los autores que evolucionan, que se revisan a sí mismos, porque también la propia escritura muta y se atempera a nuestra respiración, y en momentos distintos de la vida puede ayudarnos a decir otras cosas, o incluso las mismas, con registros estéticos distintos”.

Lee y disfruta del primer capítulo del libro.

“Poemas para ser leídos en un centro comercial”, de Joaquín Pérez Azaústre

Joaquín Pérez Azaústre

El autor:
Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 3 de julio de 1976) Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado los libros de poemas Una interpretación (2001, Premio Adonáis), Delta (2004), El jersey rojo (2006, Premio Fundación Loewe Joven), El precio de una cena en Chez Mourice (2007), Las Ollerías (2011, Premio Fundación Loewe) y Vida y leyenda del jinete eléctrico (2013, Premio Jaime Gil de Biedma). Como narrador, ha publicado el libro de relatos Carta a Isadora (2001, Premio Andalucía Joven) y las novelas América (2004), El gran Felton (2006), La suite de Manolete (2008, Premio Fundación Unicaja Fernando Quiñones), Los nadadores (2012) –traducida al inglés, al italiano y al francés– y Corazones en la oscuridad (2016).  Es colaborador habitual de las revistas Letra Internacional, Turia y Mercurio, coordinador del concurso semanal de micropoemas de El Cultural “Cuenta 140” y columnista de Diario Abierto y de El País.

El libro:
Poemas para ser leídos en un centro comercial ha sido publicado por la Editorial Fundación José Manuel Lara en su Colección Vandalia. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 140 páginas.

Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.

Para saber más:
http://elgranfelton.blogspot.com.es/  (Blog de Joaquín Pérez Azaústre)

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