VERÓNICA HAMEL
La adulación de las tigras entra por tu sangre obscura.
La entrada al palacio es estrecha,
pero en su interior cabe el universo visible.
¿Y con qué escalofrío de la toda felicidad ensimismada
aguardaré a mis huéspedes?
EL SOPLO ARDENTÍSIMO
Sólo engendras el Principio en que de un golpe
se abren las ventanas y puertas del banquete.
Aquí estoy esperándote, Ruach,
con mi sol de broquedales,
el mismo que he bebido desde el nacimiento.
Ahora hablo en idiomas tan inconcebibles
como una cariátide hundida hasta la raíz
en mi mar de pródigos, los elegidos.
El hijo mira desde un trono de pan y de rubíes.
¡Pádreme, mádreme!
Manuel Lozano Gombault
Pentecostés de 2023
-Derechos registrados-
UNA CRIATURA DESCORRE EL VELO DE LO VISIBLE
a Tonny Manuel Palencia
Sumérjanse en el soplo.
El mundo no debe esperar:
ya se descorre el velo,
ya se desgarra de arriba abajo
con el raso marfil de los aparecidos.
Lo visible es el aliento que te nutre.
Lo visible te trasvasa
con las bocas hambrientas de eternidad.
Lo visible es tu amante amor enamorado.
Manuel Lozano Gombault
Nominado al Premio Nobel 2023
-Derechos registrados-
Escribo para que la gardenias de la tierra no se marchiten jamás.
Manuel Lozano Gombault
LO QUE MARCO DENEVI ESCRIBIÓ SOBRE MANUEL LOZANO GOMBAULT
Si el destino no me hubiera deparado ser escritor y hubiera sido, por ejemplo, un artista plástico, habría pintado innumerables retratos de la obra de Manuel Lozano Gombault. No me queda más remedio que recurrir o convocar a otra magia acaso más íntima: la de la palabra. Cuando lo descubrí (porque a Manuel Lozano Gombault hay que descubrirlo), experimenté lo que Paul Verlaine ante Rimbaud. Une saison en enfer volvía a encarnarse, esta vez no en Francia, sino en una de las ciudades que se llaman Buenos Aires (porque a Buenos Aires también es necesario descubrirla en las múltiples caras de un prisma). Los textos de este autor son juguetes salidos del infierno. ¿Qué es el infierno para él? No son los otros, como proponía Sartre; ni siquiera un establecimiento ultraterreno o místico para castigar la desobediencia, lo cual nos remitiría a una lectura harto lineal de su obra. Lozano Gombault inventa infiernos concéntricos y espiralados, con cercano parentesco a los de Akutagawa, pero los dota de una extraña particularidad: son infiernos celestes, túneles y laberintos donde la palabra se transfigura en la más desmesurada fiesta de espejos. "¿Cómo entrás en ellos?", le pregunté el otro día. Y me contestó de una manera por demás genial y literaria: "A través de intersticios, a plena luz del día y con una lupa en la mano. Esos intersticios son las palabras que forman mi idioma, pero también me conforman". Manuel Lozano Gombault entra en la fiesta de los espejos para exhumar el más espléndido de los idiomas. El mismo es ya un idioma que perdurará para siempre en la literatura del mundo.