Revista Cultura y Ocio

Poesía

Por Calvodemora

Hay que contar el mundo, no se le pude dar la espalda, creer que no es cosa nuestra; quizá de ahí proviene la literatura, el bendito manejo de las palabras, que son el instrumento con el que podemos descerrajar el rigor de lo real, esa cárcel a la que no se le puede arrebatar un solo barrote, ni un muro siquiera. No hay modo más eficaz que la poesía. Quienes no la leen no podrán asentir, no se les puede pedir que asientan y concedan esa licencia a partir de la cual todo lo demás concurre sin fricciones, limpia y eficazmente. Cuanta más poesía se lee, más alejado está uno de lo que anhela, pero la paradoja consiste en que, en el caso de no leerla, no hay manera de rozar el significado de la realidad, el modo en que la realidad nos arrastra y nos ciega. Porque lo real es un engañoso, no se puede prever, siempre produce asombro. Lo único que le pido al año venidero es que mi capacidad de asombrarme no mengüe. También que haya mucha poesía, no ya la que uno lee o de cuando en cuando, menos de lo que quisiera, le da por escribir. Me pregunto qué mundo tendríamos si la poesía se le incrustara de verdad, si cualquier contingencia estuviese impregnada de poesía. De pronto pensé hoy en qué deseo para el año que empieza mañana y esa palabra ocupó toda mi atención. No es el verso, ni es la rima, ni la trama que las palabras concitan: es el ánimo que la impulsa, el hechizo que la poesía produce, esa transgresión sublime, inasible a veces, que explica el mundo como únicamente ella puede explicarlo, pero no va a ser verdad, será un año en el que la poesía no será relevante, nunca lo fue, a pesar de todo. Pensamos sin metáforas, actuamos sin ellas. No nos arrebata la belleza, son otras cosas las que nos interesan.


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