Un adiós
Por el ventanal, la tarde despliega sus alas azules y doradas.
Un gato la mira sin contemplarla.
Él ignora lo que es la belleza pero también lo que es la muerte.
No imagina ese paso del ser al no ser, de la conciencia a la nada,
Convertirse en un objeto que otros transportan en un féretro
Y cobijan bajo la tierra.
No espera comprensión para sus pecados ni admiración por sus hazañas.
No imagina, como yo, cosas que ocurrirán cuando mi imaginación no exista.
El sol agoniza y, al igual que yo, se niega a morir.
Vastos estertores rojizos, turquesa y violeta inundan mi aposento.
La vida se despide de mí con todas sus galas
Y no sé si considerarlo un tributo o una burla…
Tú y yo
Tú te columpiabas en un rayo de luna,
Yo quemaba mis manos atrapando relámpagos
para ascender sobre esta tierra mezquina.
Tú subías por escalas de estrellas,
yo descendía a las rocosas grutas de mi alma
para ocultarme del mundo.
Tú eras sueño, quimera, sutil extravío
yo era realidad, yunque y orgullo.
¿Cómo íbamos a cumplir nuestro destino de ser uno?
Hoy la vida nos acercó demasiado tarde,
Solo nos queda esperar otra vida más piadosa,
En la que el desencuentro no exista
Y no haya destinos inacabados.
Día roto
Se me ha roto este día
Miro sus fragmentos como cristales
Como espejos que reflejan instantes detenidos
Una estrella alargada, como un cometa
Amenaza a una luna redonda y amarilla,
Siniestra y hermosa a la vez.
Un tímido arco iris, apenas esbozado
Se dibuja frente a un arrebol en forma de bóveda.
Rostros, todos los rostros que vi hoy,
Todos los momentos, divididos hasta el infinito
Se asoman en los espejos.
Tú estás perdida en esos fragmentos,
Y no puedo recomponer el preciso instante
En que me dijiste: te amo, adiós.
Dos cristales que se niegan a unirse
Y se negarán eternamente.