José Corredor-Matheos.Sin porqué.Poesía esencial 1970-2018.Edición de Ricardo Virtanen.Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2020. “La poesía de José Corredor Matheos representa una de las calas más originales y sorprendentes de las poéticas de su generación”, escribe Ricardo Virtanen en el amplio y profundo estudio introductorio que ha puesto al frente de su edición en Cátedra Letras Hispánicas de Sin porqué, el volumen que recoge una muestra muy significativa de su poesía entre 1970 y 2018, “el discurrir poético de un escritor absolutamente singular, alejado de las tendencias generales de los cincuenta y que abría un camino no transitado por las heterogéneas líneas de su generación.”
El volumen muestra la evolución y la coherencia de la obra del más budista de los poetas españoles, como lo definió Jorge Riechmann, medio siglo de escritura poética intensa, solitaria y exigente que culmina en Sin ruido (2013), al que pertenecen estos versos en los que se resumen algunas de las claves temáticas y formales de su poesía:
Estos versos que brotan
del silencio
recogen sensaciones
del instante
y otras que creías
olvidadas.
Así vas aprendiendo
a conocer
el gozo y el dolor
de que estás hecho,
con los que, deshaciéndote,
te haces.
Tras unos libros iniciales que cultivaban una poética existencial o testimonial, Corredor-Matheos encuentra su tono de voz personal en la Carta a Li-Po (1975). Una voz que no abandonaría ya y que iría afinando en los sucesivos libros hasta los recientes El don de la ignorancia (2004), Un pez que va por el jardín (2007) y Sin ruido, pasando por otro libro crucial como Jardín de arena (1994).
A través de un constante proceso de estilización y despojamiento, de búsqueda de lo esencial que lo ha colocado cerca de las poéticas del silencio y de la poesía oriental, Corredor-Matheos ha ido construyendo, casi en secreto, un universo poético propio que responde a una concepción de la poesía que dejó definida en estas palabras: “La poesía empieza donde la comunicación y la información acaban: donde todo acaba.”
En el adelgazamiento de sus poemas breves de versos cortos se refleja el proceso de disolución del yo en el silencio. Así en este poema de El don de la ignorancia:
Todo lo veo en actitud
de espera.
¿Por qué esa mansedumbre
de las cosas
la manera que tienen
de parecer que esperan?
Recógete en silencio
Aunque todo se agite
en torno a ti,
igual que si esperaras.
La sutileza expresiva, la delgadez verbal que alcanza la poesía de Corredor-Matheos es el resultado de una depuración formal paralela a una voluntad de profundización en el conocimiento esencial desde un impresionismo minimalista, desde una actitud contemplativa y un pensamiento simbólico transcendente.
Es una poesía meditativa que persigue lo inefable y va más allá de la realidad y de la palabra, una forma de conocimiento que nombra el mundo con enorme capacidad de sugerencia y combina la hondura de la reflexión, la levedad etérea de la intuición y la sutileza de las sensaciones. Por ejemplo cuando escribía en la Carta a Li-Po:
Vacío, el universo.
No hay soles, ni planetas,
ni arroyos, ni montañas.
No estás tú, no, ni nadie.
Sólo una luz perdida
que va hiriendo la noche.
Un pensamiento solo
que corre hacia la muerte.
La poesía de Corredor-Matheos ha viajado desde la desolación al vuelo -Desolación y vuelo tituló la recopilación de su obra poética hasta 2011-, se ha hecho aérea y alada en el paso del nihilismo a la afirmación de la vida, de la angustia del yo a la disolución en la naturaleza en un experiencia liberadora que le permite descubrir una nueva dimensión que arranca de la fusión entre el mundo y el poeta. Por eso escribía estos versos en Y tu poema empieza:
Un árbol no es un árbol,
ni un insecto un insecto,
ni una piedra una piedra.
Y los ves transformarse,
ser una cosa y otra,
sin dejar de ser eso:
árbol, insecto, piedra.
¿Por qué tú has de ser tú?
Oyes crecer la tarde,
vertical como un árbol,
leve como un insecto,
dura como una piedra,
y tú eres el vacío
en el que todo cabe,
el vacío que queda
cuando dejas que todo
sea tal como es:
árbol, insecto, piedra.
La poesía se convierte a partir de ese momento en un ejercicio de olvido y silencio, de contemplación y transparencia, de sabiduría y desasimiento, en un ejercicio de fusión del yo y de la poesía en el paisaje, como en este haiku de Jardín de arena:
Que escriba sola.
Deja volar la pluma
en el paisaje.
Todo ese proceso evolutivo lo analiza Ricardo Virtanen en su estudio introductorio, en el que aborda la trayectoria vital y poética de Corredor-Matheos, su contexto generacional, sus vínculos con los ambientes literarios de Madrid y Barcelona y su proceso de evolución hasta la esencialidad cosmogónica de su última fase poética.
Se incluyen en esta antología siete poemas inéditos escritos entre 2016 y 2018, que -en palabras de Virtanen- “nos señalan la senda continuada por el poeta en sus últimos años, camino del despojamiento, de la ignorancia, del vacío, de la nada que nos recompone. Nunca del olvido.”
Este es uno de esos inéditos, escrito entre el 9 y el 10 de octubre de 2016 y destinado, como los seis restantes, a formar parte de su próximo libro:
El otoño, otra vez,
con el gozo postrero
que da la plenitud
a la fruta madura.
Esta lluvia de otoño
te librará de ahogarte
en este mundo
ya todo sequedad.
El otoño, otra vez,
con una sensación
de que la vida empieza
cuando acaba.
La de Corredor Matheos -decía de ella Ángel Crespo- no es poesía pura, sino pura poesía, como la de estos reveladores versos finales de El don de la ignorancia:
Que los nombres, al fin,
sean un solo nombre,
y un número de los números.
Contempla la montaña
como es
y deja que el poema
solo sea poema,
que los nombres de Dios
se borren con las olas
y verás el poema
florecer,
descender la montaña
hasta tus pies,
disolverse en las aguas
las palabras,
los nombres y los números.
Y que el poema sea.
Santos Domínguez