Revista Cultura y Ocio

Poesía murciana para 2011 (1)

Publicado el 08 enero 2011 por Rubencastillo
Poesía murciana para 2011 (1)
Poesía murciana para 2011 (1)
La Navidad, aparte de turrones, sidra y salmón ahumado, suele regalarme una de las cosas que más me gustan y que más necesito: el silencio de mi casa. Y lo suelo aprovechar para leer poesía, actividad sacra que me exige unas condiciones de quietud que durante el resto del año no disfruto con facilidad, y que reservo para fechas especiales. Estas últimas semanas he leído cuatro obras de autores murcianos (o que viven en Murcia) y me apetece compartirlas con todos ustedes en dos entregas, por si quieren imitarme y leerlos. Les aseguro que merecen la alegría (lo de merecer la pena siempre me ha dado rabia, cuando se refiere a la lectura: yo no experimento «pena» por leer libros).
La primera obra que desfiló ante mis ojos fue Tomas falsas (V.O.), de Joaquín Piqueras, publicada por el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. El volumen se abre con un interesante prólogo de Mª Ángeles Moragues Chazarra, donde sitúa con precisión doctoral las páginas del tomo en un terreno que baila entre lo cinematográfico y lo literario. Y es que, ciertamente, son 47 poemas basados en los títulos de otras tantas películas, desde Salida de los obreros de la fábrica hasta Memento. Rótulos que se convierten en punto de arranque para que el poeta de Alguazas desarrolle su particular cosmovisión y su compacta poética, en la que caben la música sencilla («Qué arduo empeño / el ser feliz en esta / vida de perros»), los poemas de homenaje (Pablo Neruda y Luis Alberto de Cuenca saldrían igual de satisfechos tras leer las líneas memorables de Corazón fiel), el vértigo de la filosofía vital («Porque todas las escaleras apuntan /hacia la nada, da igual que subas / o bajes, / todo concluye en un escalofriante / primer plano en el que la vida adquiere / el inefable sabor de la muerte»), las reflexiones sobre la infancia (ese texto titulado Ciudadano Kane, donde la evocación orsonwellsiana se completa de forma sutil con el recuerdo de Jorge Manrique), líneas de respiración haiku (“Extraña vida / si cada día tiene / su cuota de ira”), alternativas para que el lector reflexione sobre un tema propuesto por el vate (Rashomon), los versos de humor en los que se homenajea a los clásicos castellanos («Viene la muerte, tan jodiendo», se lee en Solo ante el peligro), referencias cinéfilas que no resultarán demasiado oscuras para los aficionados («Si me necesitas, ya sabes, / sólo tienes que juntar los labios»), etc.
El texto más importante de este prontuario lírico es, a mi entender, Cinema Paradiso, porque facilita las claves para situarse frente al espíritu del autor: nos cuenta en sus líneas cómo su padre rellenó su vida de películas, y desde entonces le pareció que la vida era una mera y anodina toma falsa.
El segundo libro que inundó de belleza mis Navidades fue Escalada y otros poemas, de Vicente Cervera Salinas (Verbum), prologado por José Emilio Pacheco. Aquí se acentúa la densidad filosófica de los textos, que invitan a la lentitud y la reflexión. Los encabalgamientos abruptos (Del zenit al nadir), la hondura de los conceptos (Ánfora) y el modo agudamente inteligente con el que el autor codifica sus metáforas (Escalada) nos hacen comprender que estamos ante una poesía donde ningún elemento ha sido descuidado, y donde el léxico, la sintaxis y la construcción misma de los poemas han sido meticulosamente programados para provocar no sólo el deleite de los lectores, sino ante todo su admiración intelectual. Vicente Cervera, que ya me había maravillado con La partitura (2001), vuelve a hacerlo con las líneas exigentes de Escalada y otros poemas. A don Miguel de Unamuno le irritaba que algo tan trascendental como la poesía se redujese a un mero sonsonete edificado sobre pilares de música; y el argentino Jorge Luis Borges (al que nuestro autor, catedrático de Literatura Hispanoamericana en la universidad de Murcia, ha dedicado importantes trabajos analíticos, amén de su tesis doctoral) explicó ante Joaquín Soler Serrano en el programa A fondo que su lenguaje lírico-matemático era en verdad una manifestación de su pudor. No se me antojan dos referencias que deba olvidar quien se adentre en estas páginas del profesor Vicente Cervera Salinas.

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