Revista Cultura y Ocio
Sitio Web de la Imagen
UN BLUES EN LA CAPITAL DE LA NACIÓN
Cuando la ciega tocaba su requinto
y gruñía -un gemido bajo con palabras-
pensé que era triste su manera de pedir limosna,
pobre mujer, con el paliacate en la cabeza,
aquel perro callejero en un arnés roto enroscado junto
al huacal en que se sentaba, su falda
a cuadros casi abarcaba la madera. Ligaba las notas
y murmuraba y deslizaba una barra metálica hasta el cuello.
Intenté arrojar algo de cambio a su lata para monedas
sin hacer ruido, pero clavó la vista
y movió la cabeza, con los dedos jalando las cuerdas agudas.
Chequé mi tarjeta tarde en el almacén para caballeros
y fui acomodando en montones parejos las camisas
color limón, lavanda. El jefe
y yo sacamos el inventario, pusimos las etiquetas de rebaja,
bajamos a la bodega, como a una cueva.
Aburrido del trabajo, comprendí
que nada de lo que ella tocaba era triste,
no pedía limosna, fanfarroneaba
con brasas ardientes en la boca, doblando los alambres
haciéndolos compatibles con su oscura silueta, notas agraciadas y refunfuños.
Me preguntaba cómo viviría, alzándome de hombros,
reconociendo que nunca lo sabría. Pero sí vi un catre de soldado,
un petate
donde dormía el perro, un plato caliente,
y una caja de El Producto con cuerdas enroscadas de guitarra,
que ella hacía pasar por las clavijas,
dándoles vuelta hasta escuchar el tono apropiado.
John Drury.
Varios Autores. Líneas conectadas, Nueva poesía de los Estados Unidos. April Lindner Editor, 2006. Traducción de Pura López Colomé.