Francisco de Rioja (Sevilla, 1583- Madrid, 1659), fue un poeta y erudito español del Barroco.
Licenciado en leyes, se ordenó y fue canónigo de la catedral de Sevilla; fue renombrado teólogo y jurista, y amigo y protegido del Conde de Sanlúcar y Duque de Olivares, don Gaspar de Guzmán, a cuyo servicio entró desde 1624; a su caída le acompañó al destierro en Loeches primero, y después en Toro. Fallecido el Conde-Duque, se retiró a Sevilla cansado y desengañado de las fortunas de la Corte. El Cabildo sevillano le designó entonces agente suyo en Madrid (1654), con cuyo cometido tuvo que volver a residir en la capital, y allí murió el 28 de agosto de 1659. Mantuvo relación literaria con Lope de Vega, Juan Pérez de Montalbán, Cervantes y muchos personajes de la aristocracia; fue bibliotecario de Felipe IV y cronista de Castilla. Les dejo con su soneto Pasa, Tirsis, cual sombra incierta y vana, dedicado a su amigo Francisco de Medrano.Pasa, Tirsis, cual sombra incierta y vana
este nuestro vivir, y como nieveal tibio rayo, desmerece en brevetodo aplacible bien y gloria humana.¡Mira cuánto en color, cuánto en lozana
juventud confiar el hombre debesi así acabó Medrano! ¡Oh en vuelo levesubido haya a la estancia soberana!
Siento su fin veloz, aunque no incierto;
triste imagino aquel que nos aguardasolo; por no avenirte en pena, en lloro,
Tirsis, deja este mar; vuelve ya al puerto
la nave y busca el celestial tesoro;que a nos, quizá, tan triste fin no tarda.
Las hilanderas (Museo del Prado, 1660)
Durante mucho tiempo se consideró a estas hilanderas como un cuadro de género en el que se mostraba una jornada de trabajo en el taller de la fábrica de tapices de Santa Isabel de Madrid y que este era su único asunto. Sin embargo, a causa de la propia entidad del cuadro y por la «ambigüedad» de significados presente en algunos de los lienzos más significativos de Velázquez, algunas personas, entre ellas Ortega y Gasset o el historiador del arte español, Diego Angulo Íñiguez, apuntaban a un simbolismo mitológico.
Hoy se admite que el cuadro trata un tema mitológico: La fábula de Atenea y Aracne, en una escena del mito de Aracne que se describe en el libro sexto de Las metamorfosis de Ovidio. Una joven lidia, Aracne, tejía tan bien que las gentes de su ciudad comenzaron a comentar que tejía mejor que la diosa Atenea, inventora de la rueca. La escena del primer término retrataría a la joven a la derecha, vuelta de espaldas, trabajando afanosamente en su tapiz. A la izquierda, la diosa Atenea finge ser una anciana, con falsas canas en las sienes. Sabemos que se trata de la diosa porque, a pesar de su aspecto envejecido, Velázquez muestra su pierna, de tersura adolescente.
En el fondo, se representa el desenlace de la fábula. El tapiz confeccionado por Aracne está colgado de la pared; su tema constituye una evidente ofensa contra Palas Atenea, ya que Aracne ha representado varios de los engaños que utilizaba su padre, Zeus, para conseguir favores sexuales de mujeres y diosas. Frente al tapiz, se aprecian dos figuras. Son la diosa, ataviada con sus atributos (como el casco), y ante ella la humana rebelde, que viste un atuendo de plegados clásicos. Están colocadas de tal manera que parecen formar parte del tapiz. Otras tres damas contemplan cómo la ofendida diosa, en señal de castigo, va a transformar a la joven Aracne en araña, condenada a tejer eternamente.
Las hilanderas es para mí la segunda más bella pintura del Museo del Prado después de
La Anunciación de Fra Angélico. Les recomiendo el interactivo realizado por el propio museo sobre este famoso cuadro en el enlace inmediatamente anterior.Y ahora, como decía Sócrates,
Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendtHArendt
Entrada núm. 3134
[email protected]La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)