Tengo la memoria deshollada:
tus manos arrancaron mi piel
y ardo,
desnuda entre tus dedos.
Ya nada me protege de amarte.
No tengo párpados,
ni labios.
Se perdieron mis uñas en la arena,
mis mejillas volaron, florecidas en el viento.
Ni siquiera una delgada película de palabras
permanece.
Y sin embargo, atesoro esta esperanza:
¡Que mi lengua resucite
cuando se acerque tu aliento!
¡y tus caricias me cubran de pájaros,
y tus gotas de lluvia restauren mi pulso!
Entonces,
cuando tu calor hunda sus raíces en mi cuerpo
y tu sabia humedezca mis secretosya no temeré
despojarme a tu deseo.