"Tras el paréntesis sobre los viajeros extranjeros, vuelvo a los escritores españoles; entrando en los años más productivos en cuanto a referencias y alusiones a la Sierra de Guadarrama. En los comienzos de este periodo se va a producir un cambio muy importante, yo diría que fundamental, un punto de inflexión, en cuanto a la visión hacia Guadarrama. Comienza el acercamiento hacia la Sierra, a nivel científico, filosófico, pedagógico y excursionista. Se producirán una serie de acontecimientos por los que la Sierra dejará de ser una desconocida, convirtiéndose en un reclamo, tanto investigador como aventurero/descubridor. Guadarrama dejará de ser un lugar de paso de viajeros, y de observación desde los pueblos cercanos o la gran ciudad."
Y no podía iniciar este capítulo sin mencionar al que fue el gran impulsor del descubrimiento de Guadarrama, el que transmitió sus valores, quien materializó ese cambio en la visión y percepción del paisaje serrano, comenzó a divulgarla, y animó a otros personajes a adentrarse en lo más recóndito, desconocido, y salvaje de la Sierra. Con anterioridad, Guadarrama ya había despertado inquietudes científicas, en personajes como el alemán Alexander Von Humboldt y el gallego Casiano de Prado, pero estaba por llegar el momento del despertar excursionista en la sierra. El "padre del guadarramismo", no fue un poeta, ni novelista, ni dramaturgo, pero publicó numerosos libros y artículos (principalmente de filosofía del derecho y pedagogía), y en especial para nuestro estudio el titulado "Paisaje", que se convirtió en referencia a todos aquellos que comenzaban a interesarse por la Sierra.
Estoy hablando de Francisco Giner de los Ríos (Ronda 1839-Madrid 1915), catedrático de Filosofía del Derecho y Derecho Internacional en la Universidad Central de Madrid, profesor de educación general (a Giner no le gustaba hablar de primera y segunda enseñanza), y fundador de la Institución Libre de Enseñanza (ILE); Giner vio en la Sierra de Guadarrama, la mejor "aula complementaria" para la formación de hombres, hombres que llegaron a ser influyentes desde la enseñanza, la ciencia, la literatura, la pintura o la política. En la regeneración pretendida por "el maestro", de la cultura, la ciencia, el arte y la sociedad, la Sierra de Guadarrama era parte esencial, como laboratorio natural, aula al aire libre, y lugar de esparcimiento para ejercitar el cuerpo, pero sobre todo el alma.
En "Paisaje", Giner ofrece un nuevo concepto, respecto al clásico de siglos anteriores, en cuanto a la contemplación de los paisajes y la naturaleza. El artículo de Giner es todo un alegato sobre el paisaje, una nueva forma de interpretar y observar la naturaleza, y lo que nos rodea. Para Giner el paisaje no era únicamente el espacio abierto fuera de ciudades y pueblos, estos también formaban parte integrante del paisaje. El artículo se publicó por primera vez, y en dos capítulos, el 7 y 15 de marzo de 1886 en los nº 219 y 220 de la revista semanal Ilustración Artística de Barcelona, donde en uno de sus párrafos queda claro lo que Giner interpreta como paisaje:
"...A poco, sin embargo, que se reflexione sobre los diversos elementos en que cabe descomponer el goce que sentimos al hallarnos en medio del campo, al aire libre, verdaderamente libre (que no lo es nunca el de las ciudades), se advierte que este goce no es sólo de la vista, sino que toman parte en él todos nuestros sentidos. La temperatura del ambiente, la presión del aura primaveral sobre el rostro, el olor de las plantas y flores, los ruidos del agua, las hojas y los pájaros, el sentimiento y conciencia de la agilidad de nuestros músculos, el bienestar que equilibra las fuerzas todas de nuestro ser, y hasta el sabor de las frutas, por prosaico que parecer pudiera á la sensiblería de una estética afectada y romántica..."
Y como ejemplo de la declaración anterior, una muestra de como sentía Giner el paisaje, en sus propias palabras y en el mismo artículo:
"...Jamás podré olvidar una puesta de sol, que allá en el último otoño, vi con mis compañeros y alumnos de la Institución Libre desde cerca de las Guarramillas. Castilla la Nueva nos aparecía.de color de rosa; el sol, de púrpura, detrás de Siete Picos, cuya masa, fundida por igual con la de los cerros de Riofrío en el más puro tono violeta, bajo una delicada veladura blanquecina, dejaba en sombra el valle de Segovia, enteramente plano, oscuro, amoratado, como si todavía lo bañase el lago que lo cubriera en época lejana. No recuerdo haber sentido nunca una impresión de recogimiento más profunda, más grande, más solemne, más verdaderamente religiosa..."
Francisco Giner sabía apreciar la "grandiosidad" de las montañas de Guadarrama, como la modestia y humildad de los montes de El Pardo. A Giner le gustaba pasear los domingos por El Pardo y meditar bajo alguna encina, como cuenta José Pijoan en el entrañable libro "Mi Don Francisco Giner", capítulo Los domingos en El Pardo. Escribía Pijoan: "...El Abuelo (así llamaba Pijoan a Giner) va a El Pardo todos los domingos; habla ya de su fiesta en el campo dos o tres días antes. ¿Con quién irá esta semana?.(...) el Abuelo sale temprano con algún amigo o uno de sus discípulos que ha venido a buscarle.(...) A veces se tiende en el suelo, levantando sólo la cabeza con las manos para mirar mejor; absorbe, diríase, con los ojos los colores del campo; huele la tierra; se adivina que percibe cantos en el rumor de las ramas de las encinas..." A veces Giner interrumpía su estado de conexión con la naturaleza para exclamar: "¡Dios mío, Dios mío, y que indignos somos de esta terrenal belleza!".
Con anterioridad a "Paisaje", en enero de 1883 Giner publica un artículo sobre El Real Sitio del Pardo en la revista barcelonesa Ilustración Artística, en el que comienza analizando su situación y extensión, para continuar describiéndolo:
"...Este hermosísimo parque, último resto casi, con la Vihuela, la Escorzonera de Remisa, el monte de Boadilla y algún otro manchón insignificante, de la espléndida selva que un tiempo rodeaba á Madrid y que el atraso, la preocupación y la ignorancia han ido talando y reduciendo hasta dejarla trasformada en pobrísima tierra de pan llevar, ofrece todavía, gracias á haberse librado de las imprudencias de la desamortización, un. admirable paisaje, donde el sombrío verdor de las encinas, la esmeralda de los pinos, la plateada seda de las retamas, las zarzas, jaras, rosales, espinos; sauces, fresnos, chopos y álamos blancos, cuyo pié alfombran con inagotable profusión el tomillo, el cantueso, el romero, la mejorana y otras olorosas labiadas, que huellan sin cesar gamos y conejos, forman una vista grandiosa, coronada por la vecina sierra con su cresta de nieve en el invierno, sus radiantes celajes en el verano, y en todo tiempo con su imponente masa y graves tintas..."
Los noventayochistas coincidieron con los regeneracionistas de la ILE en su visión del "problema español" y la necesidad de "europeizarse"; en asumir la decadencia española; en el pesimismo ante la crisis política, social y cultural; en el amor por Castilla (su cultura, paisaje y costumbres); en la necesidad de modernizarse. El punto de ¿desencuentro? de ambos "movimientos" era "el como" enfrentarse al "problema", los primeros de forma más individualizada y filosófica, mientras los segundos se rebelaban desde un plano científico y colectivo.
La Generación del 98 estuvo estrechamente relacionada con el Institucionismo, de tal manera que algunos de sus componentes fueron alumnos de Giner, o mantuvieron algún tipo de vínculo con él. No fue el caso del madrileño Ciro Bayo (1859-1939), escritor, viajero, precursor de la nueva literatura sobre viajes, contemporáneo de la Generación del 98 (algunos especialistas no le encuadran claramente en ella, y otros le definen como componente menos relevante de la Generación), amigo y compañero de excursiones de los hermanos Baroja, del sobrino de estos Caro Baroja, y Azorín. Como gran viajero y buen observador, dejó reflejado en sus obras la Sierra de Guadarrama, con toques noventayochistas, donde en el libro "Lazarillo Español" (por el que la RAE le concedió el premio Fastenrath 1911) deja escrito en el capítulo La Iniciación:
"...En esos montes los prados están floridos y espléndidos como en Andalucía; en invierno, las enormes masas de nieve que cubren los picos del Guadarrama, dan al paisaje un carácter alpino, bello y sorprendente. Aquí y acullá y a cada momento, os recrea tan pronto una llanura, tan pronto una colina; ora un boscaje, ora un salto de agua; bien un horizonte velazqueño, bien la lejana silueta de Madrid; delectaciones y voluptuosidades más íntimas y de más valía que cuantas se proporcionan los paseantes en corte..."
Miguel de Unamuno (Bilbao 1864-Salamanca 1936), doctorado en Filosofía y Letras por Madrid, escritor, filósofo, y considerado el máximo exponente de la Generación del 98; fue además presidente del Ateneo de Madrid (1933-34), rector de la Universidad de Salamanca (destituido dos veces y vuelto a nombrar), y diputado de las Cortes por Salamanca en la 2ª República; su activismo político y sus críticas a la monarquía de Alfonso XIII le llevaron al destierro en Fuerteventura y Francia, recuperando su posición pública y social con la proclamación de la 2ª República; apoyó inicialmente a los golpistas de la Guerra Civil, de lo que se arrepintió rápidamente rectificando en público.
Como integrante del 98 Unamuno tuvo muy presente el paisaje en sus obras, y principalmente el de Castilla. Su relación con Giner y la ILE nace cuando asistía a sus clases en la Universidad de Madrid, sus días en la Residencia de Estudiantes de la "Colina de los Chopos", y continuando con la correspondencia que ambos mantuvieron afincado ya don Miguel en Salamanca. Sentía Unamuno predilección por la Sierra de Gredos y su gusto y afición a escaparse por ella cuando podía (como cuenta Martínez de Pisón en "Imagen del Paisaje"), no prodigándose mucho escribiendo sobre Guadarrama. Aun así, publicó un descriptivo artículo sobre La Pedriza y el río Manzanares, donde metaforizaba a Dios jugando a dos barajas, la de la historia y la de la naturaleza, la natural y la racional; como dejó reflejado en el artículo "Manzanares arriba, ó las dos barajas de Dios", publicado el domingo 26 de junio de 1932 en el diario El Sol de Madrid:
"Con la visión todavía del Manzanares metropolitano y arteriosclerótico fuese uno a buscar la mocedad del río pequeño y con ella la de Castilla la Nueva. Manzanares arriba hasta dar vista y pecho a la Pedriza, en la Sierra del Guadarrama. La Pedriza, esto es: pedregal, escombrera de castillos de mano de Dios, naturales.(...) Y de ellos baja, suero de vida, el agua viva del río Manzanares, por un campo escueto y sereno, aromoso a jara, tomillo y cantueso. El río naciente—y renaciente—que se remansa luego en el pantano de Santillana para ofrecer espejo al cielo, y, de soslayo, a la Pedriza, su madre.(...) Lo que nos enseña, re-creándonos—y nos re-crea enseñándonos a ser hombres—el contemplar la naturaleza como historia y la historia como naturaleza, el paisaje como lenguaje y el lenguaje como paisaje, las pedrizas como castillos y los castillos como pedrizas, y sentir cómo Dios, el Supremo Solitario y Hacedor, juega a sus solitarios con las dos barajas, la natural y la racional, barajustándolas y desbarajustándolas arreo."
Ramón Menéndez Pidal (La Coruña 1869-Madrid 1968), fue alumno de Menendez Pelayo y se doctoró en Filosofía y Letras por la Universidad Central de Madrid; catedrático de Filología Comparada por la misma universidad; académico de la lengua y director de la Real Academia en dos periodos; investigador medievalista con un intensivo trabajo sobre el Cantar de Mio Cid, por lo que obtuvo un premio de la Academia de la Lengua; fundador y director del Centro de Estudios Históricos; y presidente del Ateneo de Madrid (1919-20). Vivió exiliado durante la Guerra Civil.
Su relación con el Institucionismo comienza por su rechazo al ultraconservacionismo, acercándose a los ámbitos liberales de la Institución Libre de Enseñanza y sus métodos pedagógicos laicos. Este vínculo con la Institución se refuerza al contraer matrimonio con María Goyri (1873-1954) educada en la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, bajo el ideario de la ILE, y una de las primeras mujeres universitarias en España. Esta relación con los valores de la Institución se refuerzan aun más en don Ramón, con la vocalía de la Junta para la Ampliación de Estudios (JAE), y las presidencias del Comité Directivo de la Residencia de Estudiantes y del Patronato del Instituto Escuela.
El trabajo e investigaciones no privaron a Menéndez Pidal de una de sus pasiones, el excursionismo, afición que había adquirido desde su infancia en tierras asturianas. Fueron frecuentes sus paseos por El Pardo y la Sierra de Guadarrama, acompañado de su esposa María y algunos integrantes de la ILE, así como los veraneos en El Paular y San Rafael. En 1906 Menéndez Pidal publica la "Primera Crónica General de España", integrada principalmente por textos de la obra "De Rebus Hispaniae", escrita en la primera mitad del siglo XIII por el militar, historiador y Arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada (1170-1247) donde aparece una de las referencias más antiguas a la Sierra de Guadarrama, que los árabes llamaron Sierra del Dragón por el parecido de su relieve con el dorso del animal. Así leemos en el capítulo 840 "de como el rey don Alffonso se ueno de Toledo" lo siguiente:
"...Pero dize aqui en esta razon ell arçobispo don Rodrigo que sopo Almenon quando don Alffonso se fue; et cuentalo meior et dize que salio con ell onrrandol con todos los mayores de su palacio, et que fue con el fastal puerto que llaman agora Valatome, que antes auie nonbre la sierra del Dragon..."
El compromiso de Menéndez Pidal con la naturaleza y en particular con la Sierra de Guadarrama, fue tal, que bajo su dirección, la Real Academia Española de la Lengua propuso la declaración de Monumento Natural de Interés Nacional a la Peña del Arcipreste, lo que se produjo el año 1930.
Me veo obligado a dividir en dos partes este capítulo V, por el volumen de autores y las numerosas referencias a la Sierra, de este periodo de la literatura española.
Continuará...
BIBLIOGRAFÍA
"Historia de la literatura española", José García López. Editorial Vicens Vives.
"El Real Sitio del Pardo", Francisco Giner de los Ríos. Revista semanal Ilustración Artística (Barcelona); Año II, nº 53, 1 de enero de 1883 (Archivo Biblioteca Nacional).
"Paisaje", Francisco Giner de los Ríos. La Iluistración Artística (Barcelona), nº 219 del 8 de marzo de 1886, y nº 220 del 15 de marzo de 1886 (Archivo Biblioteca Nacional).
"Primera Crónica General", Ramón Menéndez Pidal. Tomo I Madrid 1906.
"Lazarillo español", Ciro Bayo. Editado por la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos de Madrid, 1911.
"Manzanares arriba, ó las dos barajas de Dios", Miguel de Unamuno. Diario El Sol del domingo 26 de junio de 1932, Madrid (Archivo Biblioteca Nacional).
"Excursión Literaria por la Provincia de Madrid" capítulo IV, Sierra de Guadarrama, por Ricardo Valladares Roldán. Revista Cisneros nº 46 de 1972 y nº 47 de 1973 (Biblioteca virtual de Madrid).
"Por la Sierra de Guadarrama", Cayetano Enríquez de Salamanca. Ed. Aro Artes Gráficas SA, Madrid 1981.
"Geografía Literaria de la Provincia de Madrid", José Fradejas Lebrero. Editado por el Instituto de Estudios Madrileños (CSIC), 2ª edición 1992.
"Paisaje y excursiones", Nicolás Ortega Cantero. Ed. Raices S.A. 2001 (Madrid).
"Memorias de Guadarrama", Julio Vías Alonso. Ediciones La Librería 2ª ed 2002.
"Mi Don Francisco Giner (1906-1910)", Josep Pijoan. Ed. Biblioteca Nueva, 2002 (Madrid).
"Imagen del Paisaje: La Generación del 98 y Ortega y Gasset", Eduardo Martínez de Pisón. Ed. Fórcola, Madrid 2012.
"María Goyri (1873-1954)" en Jimena Menéndez-Pidal: Ambiente Familiar y pedagógico. Elvira Ontañón (vicepresidenta de la Fundación Estudio), El Paular 2013.
© Texto de Rafael Rodríguez