Poetas mateístas, grupo que dio a conocer poemas propios y ajenos a través de pintadas murales en la ciudad de Bahía Blanca (provincia de Buenos Aires, Argentina) entre 1985 y 1994. Su nombre está en relación con el mate, diaria infusión argentina, y con la pretensión de que, como esa bebida que pasa de mano en mano, la poesía circule cotidianamente: uno de los muros pintados exhibe una musa que barre la acera mientras un vecino le da charla desde una ventana.
2 ORIGEN Y ANTECEDENTES
Si bien se podría establecer una afinidad con antecedentes argentinos de la década de 1920 —la revista mural Prisma editada por Jorge Luis Borges y amigos o el Oliverio Girondo que voceaba sus Veinte poemas para ser leídos en tranvía—, la elección de las paredes como el espacio más adecuado para la circulación de los versos estuvo ligada, sin duda, al auge de la militancia política en la calle después de la dictadura militar en Argentina (1976-1983). También, como los mismos integrantes lo destacan, respondía a la necesidad de quebrar la circulación tradicional de la poesía en una ciudad que se ha caracterizado en las últimas décadas por un monopolio de prensa de derecha. Los mateístas acompañaban la pintada de sus poemas con eslogans como 'Poesía es salú', 'Tómese una poesía' (aludiendo al vínculo entre “leer un poema” y “tomarse un mate”), o simplemente con versos leídos desde una rotunda efectividad: “Hay otro mundo y está en este” (Paul Eluard); “Poesía: / perdonáme por haberte hecho comprender / que no estás hecha / sólo de palabras” (Roque Dalton). Esta convicción política de la poesía respondía al menos a dos lecturas: por un lado, el gesto surrealista de André Breton en su versión conjugada de Arthur Rimbaud y Lenin (“Hay que atreverse a vivir la poesía”), con el lema “La poesía debe ser hecha por todos” del conde de Lautréamont; por otro, la apuesta pública de ciertos poetas argentinos de la década de 1960, como Francisco Urondo o Miguel Angel Bustos (quien hablaba, según recuerda Alberto Spunzberg, de “una poesía que sea tan natural como el aire”).3 ÚTILES Y MATERIALES
Los mateístas fueron modificando sus herramientas a lo largo de los años. A un comienzo nocturno de versos dibujados con aerosol, le siguió la incorporación de la letra a pincel, la pintura mural y una práctica de trabajo desarrollada durante varios días. En 1994 se realizó una 'Pintada Vecinal' que combinó pinturas, banderas, esculturas en hierro y poemas en más de 200 metros de pared y en la que participaron alrededor de 70 personas. Ese fue el último de sus paredones. Culminaba con unos versos de César Vallejo: “Hasta el día en que vuelva de esta piedra”. Al mismo tiempo, los mateístas ejercitaron de modo diverso esta puesta en escena de la poesía en la calle. Además de las pintadas, editaron más de veinte números del Mate-fleto ('panfleto poético de los poetas mateístas”), el cual se repartía por las calles de la ciudad; cinco números de Cuernopanza, una 'revista mural imperdonablemente para-literaria' de grandes dimensiones en la que aparecían versos y notas sobre poesía; y dos números de la revista Ochomilquinientos. Entre sus actos más recordados se cuenta también un lanzamiento de aviones de papel desde el cuarto piso de un edificio abandonado.4 ARTE POÉTICA
Más allá de la intención de “poner la poesía en la calle”, no es posible definir una poética común a los poemas de los distintos integrantes del grupo. Se pueden apuntar, sin embargo, dos características de los versos murales: por un lado, la necesidad física de presentar poemas breves, de no más de cuatro versos, y la consiguiente vecindad con el efectismo de la cita o, como ya se apuntó, la utilización de la consigna política (“Benedetti go home”); por otro, la conciencia gradual de la motivación de nuevos hábitos de lectura —desde la ventanilla de los automóviles o los autobuses en movimiento— que comenzaron a afectar la disposición general de las pintadas, las cuales adquirieron en ocasiones la forma de un gran poema hecho de fragmentos. “Papá, me pusiste en la cesta / y sigo río abajo / (nada más que limo en las orillas, / pequeñas hogueras a veces, / en los ojos de quienes esperan / ver pasar un cadáver)” (Fabián Alberdi). Hacia mediados de la década de 1990, el final de las pintadas mateístas coincide con la sofisticación mediática de la propaganda política, la creciente y consecuente ausencia del militante en la calle y la aparición de los graffiti del rock, tal como lo testimonia un tema del grupo argentino Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota: 'Me voy corriendo a ver / qué escribe en mi pared / la tribu de mi calle / la banda de mi calle / la tribu de tu calle'.5 OTRAS EXPERIENCIAS
Es importante destacar que la labor mateísta en Bahía Blanca no constituye el único ejemplo de poesía mural en Argentina. Entre 1960 y 1970, “el poeta manco” hizo uso de las paredes de la ciudad de Rosario con versos de Felipe Aldana. De 1989 a 1994 se editaron en Viedma (Río Negro) 18 números de la revista mural Cavernícolas, dirigida por Alberto Fritz, la cual se puede vanagloriar de haber publicado a todos los poetas existentes entre Río Negro y Tierra del Fuego. Por la misma época salía en San Salvador de Jujuy la revista mural Megafón, cuyo título es una alusión directa a la novela Megafón o la guerra, de Leopoldo Marechal.6 MATEÍSTAS CON NOMBRE Y APELLIDO
El elenco estable de los poetas mateístas estuvo formado por “el Turco” Espinoza o “El loco del pomo” (1964- ), Marcelo Díaz (1965- ), Fabián Alberdi (1967- ), Omar Chauvié (1964- ) y Sergio Raimondi (1968- ). La mayoría de las pinturas murales fueron realizadas por Silvia Gattari (1968- ). También participaron Guillermina Prado (1966- ), César Montangie (1967- ), Judith Villamayor (1964- ) y Alicia Antich (1950- ).