“Considerado y elegante hasta en el último momento, mi abuelo puso el colchón de su cama en el suelo para que su sangre no hiciera tanto reguero”. Así suena Poff, la primera novela de Darío Cálix, de la que dejo una reseña a continuación:¿Podría resumir el contenido de Poff? Debía intentarlo y lo hice para el texto de la contraportada del libro, en el que se lee: “Darío Cálix ha decidido imaginar a otro joven llamado Santiago García, quien realiza un inventario minucioso de sus pesadillas con el objeto quizá de identificar la materia de la que está hecho. Y en este proceso de auto identificación, el personaje Santiago pasa gradualmente de preguntarse por sí mismo como individuo a preguntarse por sí mismo como creador de ficciones, en un ejercicio de escritura paródica que apunta a Bukowski (para matarlo) y a una nueva generación de lectores”.
¿Es justo y efectivo este resumen? Sí y no. Sí, porque satisface la curiosidad de esos lectores que para comprar un libro se dejan llevar por lo que dice la contraportada. Y no, porque no es posible resumir una obra que no se construye sobre la base de un argumento sino sobre la base de una voluntad de estilo, aunque esta voluntad de estilo no sea del todo premeditada sino tan sólo la inocente y torrencial escritura de su autor. Y la que evidencia esta opera prima de Darío Cálix, aún siendo una obra que podríamos considerar púber, es una voluntad transgresora que podría estar emparentada con la de la obra de uno de los primeros ídolos literarios de Cálix (y además personaje en este libro): Charles Bukowski, pero prefiero citar a otros autores si de relacionarla estilísticamente se trata, aunque para efectos de esta reseña sólo cite a uno de ellos. Porque Poff no es sólo el “sonido” que puede percibirse del desprendimiento de una parte de Bukowski en estas páginas sino también el sonido que produce la caída hacia atrás del autor cuando se da cuenta de que en su obra no debía imitar disciplinadamente a su ídolo sino más bien parársele enfrente para retarlo. Es de esta manera como logra escribir una parodia de sí mismo como autor: asegurándose de que lo suyo hacia Bukowski ya no sea devoción sino feliz y carcajeante sepultura. Aunque nacido en 1987, lo cual supondría pertenecer a la generación iPod, escuchar reguetón y ser fan de Crepúsculo, Santiago es un espíritu más bien instalado en una época anterior, una época que sin embargo reedita constantemente en compañía de sus amigos, cuando se reúnen a escuchar a Lou Reed, a John Cale y a Leonard Cohen o a ver documentales sobre Bob Dylan. En Dublinesca, la novela de Enrique Vila-Matas, el narrador dice en determinado momento: “Después de todo, la vida es un grave y ameno recorrido por los más diversos funerales”. La cita, aplicada a este libro de Darío Cálix, resumiría muy bien su poética, porque después de todo, ¿qué es Poff sino un recorrido, a veces grave y a veces ameno, por el funeral que su protagonista le dedica a su ídolo Bukowski? Y puede aplicarse la cita también a un tipo de narrativa que, con ironía y en clave de parodia, responde a la narrativa de corte realista, que a estas alturas se nos antoja inútilmente seria y en algunos casos forzada y hasta pedante. Poff es una alegre autopsia de una juventud rebelde y sin embargo culta, ubicada en la cola del Sistema pero también librepensadora, regida por los principios del hedonismo e igualmente afectada por las pequeñas calamidades cotidianas. No será difícil que se convierta en una obra de culto entre estos jóvenes, pero, considerando su frescura, su desparpajo y su ambición estilística, también dará de qué hablar entre aquellos lectores todavía acostumbrados a las propuestas de las anteriores generaciones de la narrativa hondureña. Compartir