La política editorial me pone en la tersitura de recurrir a fotocopiar sus libros de texto en vez de comprarlos.
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Uno de los primeros recortes que han realizado algunas comunidades autónomas ha sido dejar de subvencionar los libros de texto.
La medida ha sido muy criticada por todos los afectados, desde editoriales a padres de alumnos pasando por los propios centros educativos.
Las ventajas de los libros subvencionados son evidentes: en el caso que me efecta, 207 euros han costado los libros correspondientes a tercer curso de primaria. Añadamos a eso el material escolar correspondiente. El capítulo del material es más difiícil de evaluar porque depende de cada centro qué recomendaciones hacer o cuánto material solicitar a los niños: los habrá que pedirán mucho y de muy buena calidad y los habrá que no solitarán apenas nada, atendiendo al tipo de alumnado que acojan.
Pero los 200 euros por niño no te los quita nadie (la cantidad obviamente es orientativa, porque los precios no son idénticos en todos los cursos ni en todas las editoriales; también hay que contar que un centro concertado incluirá libro de religión y uno público no, salvo expreso deseo de los alumnos o padres).
Pero más allá del ahorro que supone no tener que comprar los libros de texto cada año, también esta política de la subvención tiene sus aspectos negativos: los alumnos pueden tener menos cuidado con el metarial que manejan, porque saben que nadie heredará sus libros; y las editoriales pueden introducir "mejoras" en sus materiales cada año con la excusa de actualizar contenidos, sabedores de que paga papá estado.
Esta acusación hacia las editoriales de que abusan de su posición dominante para "obligar" a cambiar de libros cada año con la justiificación de la actualización de contenidos es el modelo de negocio en el que basan su estrategia.
Pero lo que motiva este apunte es un caso concreto que pone de manifiesto la absurda política que siguen determinadas editoriales respecto a los libros de texto que editan.
En los primeros cursos de primaria se ha extendido la costumbre de fragmentar los libros de cada materia en 3 volúmenes, uno para cada trimestre. La medida no me parece mal a apriori porque aligera el peso que los escolares deben cargar y porque adelgaza el libro y lo hace más manejable.
Pero resulta que esos 3 volúmenes solo se venden conjunta e inseparablemente, política editorial.
Y ahora viene el caso concreto.
Mi hija ha perdido el volúmen 1 del libro de Lengua. Como no ha habido forma de encontrarlo, acudimos a una librería para intentar comprar únicamente ese volumen. Nos dicen que no es posible fragmentar el lote y que tengo que comprar los 3. Política de la editorial.
Acudo a una librería de barrio, más pequeña, con la esperanza de que puedan o quieran saltarse esa política editorial y decidan venderme únicamente el volumen 1. Tampoco en esta segunda librería acceden a mi petición. Política de la editorial.
Como último recurso, me dirijo directamente a la editorial por correo electrónico explicandoles el caso y solicitando información sobre la posibilidad de comprar únicamente el volumen que necesito y así no afrontar un gasto innecesario.
Seguro que mi hija no es la única que ha perdido su libro.
A los veinte minutos me llaman directamente desde la editorial. Mi petición no es posible. Política de la editorial.
A lo que les respondo:
- ¿Se dan cuenta de que me ponen en la tesitura de pedir el libro prestado a un compañero y fotocopiarlo?
Respuesta:
- Es la política de la editorial.
De acuerdo. He pedido el libro prestado a un compañero, me he ido a una biblioreca pública con fotocopiadora y 15 minutos y 5 euros después, tenía el libro fotocopiado.
¿Ha supuesto esto un perjuicio para la editorial? Seguro. Ha dejado de vender un producto por unos 25 euros.
Pero yo he conseguido hacerle comprender a mi hija que debe tener cuidado con el material (su libro fotocopiado en blanco y negro y a una sola cara no mola tando como el original), que si lo pierde el problema no se arregla simplemete sacando la cartera, me he ahorrado casi 20 euros y he constatado que la política de las editoriales sigue errática y alejada de la realidad.