Revista Educación

Política ficción

Por Juancarlos53
Política ficción

Que vivimos en una realidad virtual es algo que cuando jóvenes nos advertían los mayores. Naturalmente uno desdeñaba estos avisos pues los viejos, ya se sabe, están siempre viendo catástrofes y demonios por doquier. No te digo ya cuando, considerando la deriva que seguía el mundo, la sociedad o el país en que nos encontramos, nos prevenían de los peligros en que podríamos incurrir o nos recordaban el pasado: sí, ya sabéis, esas cosas que dicen que ocurrieron años antes de que naciéramos, o sea, cuando inexplicablemente el Mundo ya estaba puesto en pie y eso que aún nosotros no habíamos llegado a él.

Toda esta larga introducción viene a cuento del sesgo que la política está tomando entre nosotros. Al ejercicio de la misma de siempre se han dedicado no pocos teóricos, en especial profesores y otros intelectuales que gustan de discurrir en su magín e imaginar evoluciones y cambios que sólo podrán realizarse gracias a sus magníficas dotes para la misma. El grueso del ejército político está formado por funcionarios, licenciados en leyes y juristas en ejercicio. Últimamente entre los funcionarios hay muchos profesores universitarios, en especial provenientes de las facultades de Ciencias Políticas y Sociales.

Cuando veo cómo se mueven y actúan estos neófitos con gestos de impostada grandilocuencia y cómo constantemente rememoran lo acaecido en España durante la década de los años 30 del siglo pasado no puedo por menos que pensar que estos chicos de en torno a los cuarenta años de edad -ahora se es chico, muchacho, joven, chaval, hasta edades bastante avanzadas- lo que están haciendo es una especie de ejercicios al estilo de esas prácticas que en la universidad proponían a sus alumnos.

Experimentar, innovar, cambiar, ensayar, teorizar…, todo eso es consustancial al ejercicio de la práctica política. Lo malo es cuando se presenta envuelto en giros argumentales al estilo de exitosos seriales televisivos que, se está comprobando, son su alimento principal junto a apolillados volúmenes de trasnochada teoría política socio-económica. Qué daño han hecho -y están haciendo- en ciertas cabezas inmaduras series como Juego de tronos, El ala oeste de la Casa Blanca, House of Cards o la magnífica Borgen.

Parece mentira que personas a las que queremos creer mentalmente bien formadas no alcancen a vislumbrar los límites que existen entre lo ficcional y lo factual. Malicio que sí lo saben pero que su intención es explotar la indefinición de fronteras que al respecto tienen muchos de aquellos que las ven. Los y las Belén Esteban de turno han sido sustituidos ahora en los platós televisivos por políticos y periodistas poco independientes que en prime time acaloradamente discuten, se insultan, casi llegan a las manos por, teóricamente, apoyar unos u otros planteamientos políticos. Al convertir la política en espectáculo de masas, los ciudadanos -algunos utilizan la expresión ‘la gente’- la integran en su cotidianeidad y disfrutan con los zaskas que se dan unos a otros añorando ser convocados a manifestarse en la calle por cualquier motivo o a las elecciones que sean para sentirse vicariamente protagonistas.

¡¡Y que en un país taurino no nos demos cuenta del tremendo engaño y de quienes lo tremolan ante nuestras narices!! Quizás esto explique que la fiesta de los toros esté en horas bajas.


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