Es muy dolorosa -y vergonzoso que haya sucedido en mi país- la muerte de los 72 migrantes en Tamaulipas, a manos de unos patanes que no tienen madre.
Son despreciables a más no poder los asesinos que cometieron tal atrocidad con gente cuyo sueño era progresar en un mejor país, pues los suyos destilan mierda y pobreza, gracias a sus políticos.
Hoy leo que el gobierno de Ecuador ha presentado una denuncia por este múltiple asesinato, me parece que están en todo su derecho, pero que Correa y su círculo íntimo mejor se preocupen por sus conciudadanos y no les roben las oportunidades -como pasa en Venezuela y gracias a su compinche Chávez- de manera que los ecuatorianos no tengan que salir de su país a buscar el pan y encontrar la muerte en su lugar.
Ya lo mencionaba ayer, los asesinos directos son presuntamente el grupo delictivo Los Zetas, pero los verdaderos asesinos duermen esta noche entre sábanas de seda y analgésicos para sobre pasar el exceso de alimentos y bebidas que ingieren en sus palacetes, todos y cada uno de los políticos corruptos en Latinoamérica merecen morir como los 72 migrantes asesinados.
O tal vez merecen un castigo peor: Morir como mueren los corruptos en China, los que son juzgados, pierden sus fortunas y sus familias quedan en la calle después de pagar las balas con la que los ajusticiaron.
A los 72 fallecidos mis respetos, poca muerte para tanta honorabilidad, prefirieron dejar este mundo que dejar de ser honestos.