En España, destacados políticos católicos, practicantes y de misa habitual, amparan las corridas de toros casi como si les fuera la vida en ello. Aunque detrás haya evidentes motivaciones económicas, ellos defienden esta singular tradición tan sangrienta blindándola, incluso, con la categoría de Bien de Interés Cultural. Y es curioso, porque esa misma religión de la que alardean y a la que unen con tanta frecuencia a los trajes de luces, condenó en su momento esa fiesta tan bárbara. Y lo hizo en el año 1567, nada más y nada menos, que por mano del Papa Pío V (Pontífice y santo), que indicaba en su Bula “De Salutatis Gregis Dominici” que decretaba la “EXCOMUNIÓN A PERPETUIDAD” a cualquiera que organizara o participara en espectáculos en los que se luchara con toros.
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