En un país en el que no estamos acostumbrados a que los políticos se responsabilicen de sus actos, sorprende escuchar a uno entonar el mea culpa. Ayer lo vimos. En un ejercicio que se me antoja difícil de repetir por lo que me lo guardo en el cajón de los recuerdos imborrables. El responsable de campaña de Ciudadanos, José Manuel Villegas, se lanzó en un ejercicio de autocrítica que acabó poniendo a su jefe de filas al pie de los caballos.
Ahora resulta que el principal argumento del líder del partido naranja, aquello de que no es necesaria la experiencia previa ha sido, a juicio de Villegas, lo que les ha pasado factura. No le falta razón al vicesecretario general de Ciudadanos, pero me da la sensación de que más que la falta de experiencia, lo que les trajo la sorpresa en la noche electoral, fue ese discurso ausente de responsabilidades en el que no se asumieron riesgos en un intento de convencer al votante con una imagen de centralidad imposible de entender sobre un escenario que sigue dividiendo fracturando España.
Ciudadanos se ha dejado arrastrar por el discurso de Podemos. Ese con el que Pablo Iglesias intentaba poner fin al bipartidismo. Un eufemismo para acabar con el sistema y que Rivera no ha sabido interpretar. En España no existe un bipartidismo literal, el de siglas, el de PP/PSOE. Todo lo contrario, es uno más global, de derechas e izquierdas, donde la centralidad no se entiende, y eso es lo que les ha dejado fuera de la mesa de los que se comerán el pastel durante los próximos cuatro años.
Y es que en política, no se puede estar en misa y repicando. Su poca agresividad en campaña ha privado a Rivera y a los suyos de la tan ansiada llave para formar gobierno. Ni tan siquiera Rajoy le ha pedido que le apoye en su investidura, ese es un privilegio reservado al bipartidismo. Ese que quería romper el joven Albert, y que será Pedro Sánchez quien lo logre en su afán de sumar siglas a cualquier precio con tal de destronar a Rajoy y que convertirá la próxima legislatura en una amalgama de pactos contra natura.
Fuera de la pelea por formar gobierno, desde la formación de Rivera reconocen que su error ha sido el salto a la política nacional y echan la culpa a su falta de estructura. Además, se arrepienten de no haber criticado más a Rajoy, de no haberla emprendido contra Sánchez y de no haberse opuesto frontalmente a Iglesias con quien se dio abrazos cada vez que tuvo la oportunidad. Pues ya saben, a tomar nota: los experimentos ni con gaseosa.
Veremos ahora, con el sambenito de blandito que le ha dejado la campaña, como se apaña para negociar con el Banco Popular la devolución de los 4 millones de euros que avaló con sus estimaciones de 43 escaños. Él que fue bancario, seguro que preferiría haber bajado al barro en los debates, en donde perdió la mayoría de lo votos ante su laxo discurso, que sentarse a echar a pensar de donde se aprieta el cinturón para hacer frente a los vencimientos.
Foto: Carlos Delgado bajo licencia CC BY-SA 4.0