Hay unas imágenes de Donald Trump esta semana en Indianápolis, tras su triunfo como posible candidato republicano a la presidencia de EE.UU., en las que aparece en medio de su colección de Barbie Dolls televisivas, con su actual y tercera mujer, Melania, sus hijas Ivanka y Tiffany, y su equipo femenino de confianza.
Pese a sus 70 años actuales recordaba lejanamente al Clark Kent cuarentón que viajaba buscando barbies sobre todo rubias para los concursos de Miss Universo, de los que era propietario y de los que sacó alguna esposa.
Trump es un fenómeno televisivo. Creó un exitoso programa, The Apprentice (El aprendiz), en el que premiaba a jóvenes emprendedores empleándolos en sus empresas si cumplían sus implacables exigencias. Casi todos los chicos y chicas eran de los modelos Kent y Barbie.
Dueño de inmuebles, hoteles, y casinos, arruinado en los 1990 y vuelto a levantar hasta obtener una fortuna, según él, de 8.700 millones de dólares, su éxito político en realidad es consecuencia del mediático, del exhibicionismo en todo tipo de programas.
Aunque escribió tres libros de autoayuda en los negocios, es un fenómeno televisivo cercano a la telebasura, un Belén Esteban o alguien así.
Y obtendrá millones de votos por sus valores mediáticos, más que por haber forjado una gran riqueza, por saber venderse al subconsciente de quienes quieren aparecer en las televisiones como atractivos triunfadores, y conquistadores de harenes de barbies.
En España, hay también algunos aspirantes a Donald Trump. No por su capitalismo, más o menos especulativo, ni por las barbies, sino por su capacidad de seducción televisiva.
Hechos por y para la televisión, para masas de votantes deslumbrados en programas de telebasura política, que prometen regalarles bienestar sin esforzarse.
Son políticos que nunca crearon nada productivo, que sólo vivieron de salarios conseguidos con enchufes, sin concurso u oposición: políticos basura para ingenuos espectadores de toda telebasura.
Desprecian a Trump, pero, por sus logros, el estadounidense es mucho más respetable que ellos, y eso que no es el mejor ejemplo.
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SALAS