La economía de los países es como la pesca: algunos ingresos o peces se obtienen con métodos extractivos, lo que puede agotar los caladeros, y otros los cultivan en tanques de producción controlada.
La analogía se deduce al leer a dos economistas y politólogos, Daron Acemoglu, profesor en el MIT, y James A. Robinson, colega suyo en Harward, en su sorprendente libro, revelación mundial de 2012, “Por qué fracasan los países” (Deusto-Planeta), en el que nos explican por qué los países “extractivos” son pobres, y otros, de cultivo, son ricos.
Establecen la diferencia entre los sometidos a políticos corruptos y clases dominantes que pescan sin calcular la supervivencia de las especies o haciendo trampas para robar, y los que poseen sistemas “inclusivos”, que establecen y respetan normas que conducen a la prosperidad.
Los primeros son pobres porque en el poder hay más corruptos que honestos. Los segundos son ricos porque la mayoría de sus dirigentes son honrados y cultivan las libertades, incluyendo la comercial y la empresarial.
Los ricos son las democracias capaces de castigar a sus personajes encumbrados si incumplen sus deberes legales y cívicos.
Entre los múltiples casos contrastados exponen el de la ciudad de Nogales, partida en dos: una parte está en Sonora, México, pobre y desoladora, y otra en Nevada. EE.UU., rica y pujante.
En la zona mexicana las corruptas autoridades viven sin respetar las leyes democráticas y explotan a los creadores de riqueza honrados; en la estadounidense es totalmente al revés.
Dado el camino que han tomado tantos políticos españoles, que nos han hecho caer hasta el puesto 32 de la honradez internacional, por debajo de Chile y Uruguay, se diría que caminamos hacia un país extractivo, especialmente en las CC.AA. donde los políticos roban al contribuyente.
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SALAS