Políticos, periodistas, jueces y policías figuran en las encuestas como los profesionales más desprestigiados y rechazados por la sociedad española. Son profesiones de gran importancia y peso en el sistema democrático, lo que indica que el mismo sistema está siendo ya rechazado por los ciudadanos.
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Cegados por el poder, envilecidos por los privilegios y entregados a la mentira y al engaño, los políticos y los periodistas españoles se han convertido en "enemigos del pueblo".
Al iniciarse la década de los ochenta, las encuestas señalaban a políticos, periodistas, jueces y policías como los profesionales más respetados y envidiados. Entonces eran considerados como "héroes" de la democracia. Hoy, cuando apenas han transcurrido tres décadas, esas mismas profesiones son las mas despreciadas y odiadas por los ciudadanos.
¿Que ha ocurrido en España para que el cambio en los criterios y valoraciones ciudadanas sea tan profundo?
Aquellas valoraciones del pasado eran el reflejo de una sociedad ilusionada que miraba el futuro con esperanza; las de hoy son los sentimientos de una sociedad frustrada que se siente engañada y que se lame las heridas.
Cansada de despreciarlos y de ser ninguneada, la gente está cambiando su desprecio por odio y mira ya a los políticos y a los periodistas como enemigos del pueblo y de la democracia. Y tienen razón porque políticos y periodistas son los principales culpables del drama actual de España, un país que ha traicionado la esperanza de sus ciudadanos y que ha convertido la democracia ilusionante que sustituyó al franquismo en una sucia y penosa dictadura de partidos políticos inútiles y culpables de que España avance hoy hacia el desempleo, la pobreza, la corrupción, el desprestigio y hacia su derrota como proyecto común de convivencia.
La gente siente que no está representada por los políticos y por los periodistas. Sólo los fanáticos y los que viven de ordeñar al Estado siguen siendo files a una política degradada y a un periodismo que se ha vendido al poder y que ha abandonado la verdad. Pero quizás lo más grave es que los ciudadanos han perdido la confianza en los políticos y periodistas. No creen las promesas de los políticos, ni en sus explicaciones y recetas para solucionar los problemas, como tampoco creen en el mundo que describen los periodistas, ni en sus análisis, ni en su independencia, ni en la veracidad y honradez de sus opiniones. Para los ciudadanos, sobre todo si son honrados, periodistas y políticos son miembros destacados de la odiosa cofradía de la mentira.
España es hoy un territorio abonado para la abstención electoral, el voto en blanco, el voto nulo, el desacato, la lectura de información en Internet y el desprecio a los profesionales que están más cerca del Estado, entre los que sobresalen políticos y periodistas.
Gran parte de los que antes se abstenían lo hacían por desinterés, pero la mayoría de los que hoy se abstienen lo hacen por rechazo al sistema degenerado y a los políticos. Del mismo modo, la gente desprecia a los periodistas y ha dejado de comprar periódicos porque rechaza la mentira imperante en los medios y las rastreras alianzas entre el mundo mediático y los políticos.
Los ciudadanos, especialmente si son decentes y demócratas, no pueden sentirse representados por gente como Zapatero, Rajoy, Pedro Jota, Juan Luis Cebrian y otros muchos nuevos señoritos y miembros de la nueva aristocracia democrática. A todos ellos el pueblo los señala como traidores de la verdadera democracia y como culpables de haber prostituido el sistema.
La gente es menos ignorante de lo que políticos y periodistas creen. Saben, por ejemplo, que la vieja alianza entre la prensa y los ciudadanos, fundamental para la democracia, ha sido sustituida por una alianza bastarda y antidemocrática entre el poder político y los medios de comunicación, cuyas principales consecuencias han sido la impunidad de los políticos, la renuncia a la verdad mediática y el intercambio de favores entre la casta política y los empresarios y periodistas, que se mantienen vivos gracias al dinero público y a los muchos favores que reciben del poder, a cambio de apoyos mediáticos y mentiras propagandísticas.
Los ciudadanos, menos imbéciles de lo que los políticos y periodistas creen, contemplan con preocupación como están siendo pésimamente gobernados por una "casta" política que ha sustituido el "servicio público" y el "bien común" por una amalgama de intereses bastardos entre los que priman el enriquecimiento, la corrupción, el control del poder, el enchufismo, el clientelismo, los privilegios, el despilfarro y la marginación de los ciudadanos, mientras el país es empujado por las "élites" de la falsa democracias hacia el abismo.
Contra esa casta de malos políticos y periodistas, los ciudadanos reaccionan con la única arma que poseen: el boicot. Y, en consecuencia, cada día son más los que les desprecian, los que dejan de votarles, los que votan en blanco y los que se niegan a comprar periódicos y a ver noticieros en la televisión mentirosa amiga del poder.
Revista Opinión
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