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Polvo en el neón

Publicado el 21 junio 2013 por Icíar
  
Escritor: Carlos Castán
Polvo en el neón Fotos de: Dominique Leyva
"A partir de cierta edad, el amor tiene naturaleza de pregunta. Sólo en la juventud se presenta como certeza incontestable que desafía al mundo. A la edad de Quinn, el amor es un simple no saber, tener de repente miedo a un tren que se va y las horas que vendrán tras su partida".
"Polvo en el neón" es un relato corto construido para acompañar un trabajo fotográfico que presenta diferentes escenas del submundo de la carretera, de ese lugar habitado por personas siempre en movimiento, de vidas a menudo autodestructivas, y de mujeres felpudo; con música de Willy Deville o John Lee Hooker, entre otros; humo de cigarros; cerveza Budweiser que no falte -por algo estamos en EEUU- ; unas pringles; caravanas por viviendas; y esos antros como "El paso" y moteles polvorientos que tan descriptivos quedan anunciados con sus luces de neón, "la luz de los carteles de neón del exterior llegando hasta las sábanas".
Así que nos encontramos con un hombre maduro de 41 años. Es esta una etapa de su vida en la que para él el amor -si es que queda amor- y el deseo van por caminos diferentes. "El amor que pudre el deseo", se dice a sí mismo. Emprende viaje por carretera, y así en esa tranquilidad que la deslizante conducción produce en la mente del conductor; ese relajo que propicia la reflexión mientras recorre millas tan-de-luces-de-neón ambientadas, pensará en su pasado y en cómo afronar su futuro.
Este Quinn resulta brusco, sin aderezos, a veces incluso: sin anestesia. Es solitario o más bien independiente, preguntándose “si realmente hay un regreso posible a los sábados de videoclub, comida a domicilio, la dulce somnoliencia de las tardes de domingo en el jardín” y toda esa monotonía de lo doméstico que mata todo deseo.
Pero es que este Quinn es un cowboy de carretera, a juego con la legendaria carretera de la ruta 66, que es la otra protagonista del relato, con cuyas fotos este libro queda tan equilibradamene ilustrado. 
En ese constante irse de Quinn, "irse era el pánico y a la vez el nombre de la felicidad", en esa búsqueda de la vida de un destino en el que apearse, Carlos Castán nos proporcionará un final muy a juego con la naturaleza del relato.
No diré que este relato proporcione respuestas o trascender. Pero sí me ha parecido dentro del tema escogido y la caracterización necesaria de sus personajes, un relato de los de calidad.
Me despido con unos whiskitos y cigarrillos, y que no nos falte una canción de uno de los músicos que aparece en el relato: Willy Deville. ¡Feliz fin de semana!

NOTAS:
  1. Carlos Castán es un escritor catalán de 1960, licenciado en filosofía.
  2. Dominique Layva es un fotógrafo norteamericano que ilustra este libro con fotografías de la mítica carretera de la Ruta 66.

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